“¿Quieren ustedes que los compañeros del novio estén de duelo mientras el novio está con ellos? Llegará el tiempo en que el novio les será quitado; entonces ayunarán” (Mateus 9,15).
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Nuevamente volvemos al tema de la práctica del ayuno, esta forma de penitencia que era común en la tradición judaica. Sin embargo, el profeta Isaias nos advierte de que nada sirve el ayuno ser vivido como una sencilla practica externa sin piedad, sin el sincero deseo de orientar nuestra vida para Dios. ¡De nada sirve hacer el ayuno solo como una practica externa!
Y Dios nos habla, por la boca del profeta, que el ayuno que Él desea debe guiarnos al fin de las injusticias y a practicarnos la caridad, repartiendo el pan con los necesitados.
El verdadero ayuno es lo que nos lleva a amar más el prójimo y a Dios, saliendo de nosotros mismo. Es la oración de los sentidos; rezamos no solo con las palabras, pero rezamos también con nuestros sentidos y con nuestros cuerpo. Y entonces, San Pedro Crisologo va decir que el ayuno solo da fruto si es regado por la misericordia, pues la aridez de la misericordia hace secar el ayuno, es decir, lo que es la lluvia para la tierra, es la misericordia para el ayuno.
De nada vale hacer el ayuno solo como una practica externa
Ayuno y misericordia; el ayuno practicado con simplicidad y sinceridad nos ayuda a comprender el don de Dios, nos ayuda a comprender que nosotros somos criatura y que somos necesitados de Su presencia. Fuimos criados por Dios y nada en este mundo puede llenar nuestro interior plenamente, aún que la presencia del Novio, la presencia de Dios.
Experimentar el hambre con el ayuno, nos recuerda que solo Dios es el verdadero alimento y que de Él proviene todos los bienes. La practica del ayuno nos recuerda que solo la presencia de Dios nos va llenar plenamente. Por eso que los amigos del Novio, mientras están con Él, no tiene necesidad de ayunar; al paso que cuando el Novio es retirado, entonces debemos ayunar para recordar que la peor de todas las ausencias no es la ausencia del alimento, pero sí la ausencia de Dios.
¡Que, actuando con misericordia, podamos convertir fecundo la practica del ayuno, recordándonos siempre que solo Dios sacia nuestro interior plenamente!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
