“Ellas se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos” (Mt 28, 8).
Las mujeres estaban con miedo mismo después de haber encontrado Jesús, el Resucitado. Fue una mezcla de miedo y de alegría. Alegría porque se encontraran con el Resucitado, pero miedo de los hombres y de las circunstancias, miedo de como podrían ser recibidas y aceptas.
También es así nuestra vida, tenemos la alegría de sernos discípulos de Jesús, la alegría de saber que Él esta vivo, la alegría de pertenecer a Jesús, el Resucitado, pero, muchas veces, el miedo habla más alto que la alegría de la Resurrección.
Tenemos miedo de las circunstancias, miedo del día siguiente, miedo de lo que no conseguimos y miedo de todas las inseguridades que el tiempo provoca en nosotros. Es necesario decir que la fe necesita vencer a todo el miedo de nuestra alma y de nuestro corazón. Necesitamos, sí, ocuparnos, cuidar de la vida, de las situaciones y de las cosas, pero más que eso, es necesario vencer a todo y cualquier miedo.
Todo lo que nos hacer sernos movidos por el miedo, nos va corriendo, nos abatiendo, debilitando y robando nuestra alegría de vivir. Cuantas veces nos encontramos deprimidos, sin gusto por la vida; cuantas veces nos encontramos para bajo porque razones humanas nos fueran quitadas y no nos alegramos, no sonreímos.
Miremos todo para Jesús y encontremos en Él la alegría de vivir
Es necesario resucitar la alegría y la vida. ¿Dónde esta tu sentido y tu razón de vivir? Lo que, de hecho, da alegría para tu vida? Algunos, para se alegraren, necesitan de la bebida; otros, de las drogas; otros, necesitan de otros medios para poder alegrarse. Son alegrías humanas y pasajeras que, muchas veces, dejan un profundo vació en el alma, una angustia que nos va corroer y nos matando a los pocos.
Estoy hablando de la verdadera alegría que solo Dios nos puede dar. Es una alegría serena y mansa, que nos lleva a alegrarnos con el verdadero sentido de la vida. No necesitamos quedar sonriendo para todos los lados, dando carcajada, pero es la seguridad de que nuestra vida tiene sentido; es la seguridad de que encontramos una razón para vivir.
Mi encuentro con Jesús Resucitado fue la transformación de mí vida, tengo todas las penurias de la vida, todas las situaciones dificiles y complicadas que todo el ser humano pasa y vive. Tengo los desalientos que encuentro en cada camino de esta vida, pero no quito la mirada de Jesús vivo y resucitado. Cada vez que miro para Jesús y paro de mirar para mí, para mis problemas y para las situaciones tenebrosas de la vida, encuentro la alegría y la razón de vivir.
Se encuentro hoy con Jesús, mire para Él, para la mirada para sí, para tus problemas y para la vida de los demás. Miremos todos para Jesús y encontremos en Él la alegría de vivir.
¡Dios te bendiga!