“En aquel tiempo, dijo Jesús a Sus discípulos: “Tengo todavía muchas cosas que deciros, pero ahora no sois capaces de comprenderlas. Cuando venga el Espíritu de la verdad, él os guiará a la verdad completa, pues no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y os anunciará las cosas futuras” (Juan 16,12-15).
Soportar: Etapa por etapa
Hermanos míos y hermanas mías, existen verdades que nos esforzamos por soportar.
¿Os imagináis si, cuando éramos niños, hubiéramos recibido ciertas noticias? ¿Os imagináis si nuestras profesoras no hubieran respetado nuestro proceso de aprendizaje? ¡Si hubieran deseado transmitirnos contenidos pesados, insoportables para nuestra capacidad intelectual!
Jesús, como un buen didáskalos, es decir, un didacta, un buen pedagogo, sabe que aprendemos y soportamos Sus verdades por etapas, en un proceso de maduración progresiva de las verdades divinas. Nos convertimos en un aspecto, luego en otro, acogemos la palabra del Señor con alegría, nos esforzamos por cambiar determinadas actitudes.
La vida cristiana es así, nadie se vuelve santo de la noche a la mañana.
Cuando Él asegura: “ahora no sois capaces de comprender ciertas cosas”, es porque, como conocedor de nosotros más que nosotros mismos, Él respeta nuestra limitación humana.
Jesús mismo tuvo que aprender, de un modo humano, que Él era Dios. Él mismo tuvo que someterse a las contingencias de su edad, de su intelectualidad y, más aún, de su espiritualidad.
Jesús respetó las etapas de su desarrollo humano.
Por eso Él sabe lo que está diciendo, a quién se lo está diciendo y cómo lo está diciendo. En este tiempo de preparación para Pentecostés, Jesús nos está presentando al Espíritu Santo como un excelente pedagogo, que conduce nuestros corazones hacia la verdad plena sobre Cristo.
No tengamos miedo de dejarnos guiar por el Espíritu Santo. Tampoco tengamos miedo de hacer progresos, progresos, aunque sean pequeños.
Ningún niño se queda estancado por mucho tiempo. Hay que dar pasos, las verdades deben ser asimiladas y adheridas en nuestro corazón. No podemos ser adultos biológicamente, pero con una fe infantil atrofiada. Debemos dejarnos guiar por el Espíritu de la verdad en el conocimiento de Dios y de Sus misterios.
Entonces, seamos dóciles a esta conducción del Espíritu en nuestra vida y dejemos que Él nos conduzca a la verdad plena sobre Jesucristo.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!