“Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu” (Lc 1, 66.80).

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Celebramos, hoy, la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista fue un hombre importante dentro de la historia de la salvación. Tan importante que es celebrado por la Iglesia, en dos fechas: en el día de su nacimiento y en el día de su martirio.

Sabemos que sus padres, Isabel y Zacarias, ya eran de edad avanzada, además de Isabel ser considerada esteril. Además, también nosotros sabemos que para Dios nada es imposible, y los padres de Juan Bautsita reconocían que Dios los había bendecido al enviarles un hijo, cuando parecía que ya no tenían más motivos para esperar.

Y la forma extraordinaria como Juan Bautista ha venido al mundo nos recuerda que este niño es un don del Señor. El ángel que había aparecido a Zacarias y había hablado para él: “Mira, ustedes han concebido, ustedes recibirán la gracia de un hijo y tu quedarás feliz y mucha gente se quedará feliz con el nacimiento de este niño”.

Necesitamos aprender que cada vida es un don precioso, desde el primer momento de su concepción

San Juan, aquel que había esperado mucho, tenía una misión para todo el pueblo de Israel: guiara muchos de los pueblos de Israel al señor. Isabel y Zacarias insistían en dar aquel niño el nombre que el ángel había indicado, manifestando así, de esta forma, el deso de ofertalo a Dios.

De hecho, Zacarías renuncia a darle su propio nombre. Lo que para los demás parecía ser la cosa más lógica para hacerse — en aquel tiempo había ese costumbre del padre dar el nombre para su hijo – , sin embargo, para Isabel y su marido, el más importante es que su hijo cumpliese la misión para cual él ha venido a este mundo.

Después de Zacarías haber escrito: “Juan es su nombre”, la lengua de él quedo suelta y él comenzó a alabar a Dios. Es la alegría de un padre que pone su hijo en las manos de Dios; esta ahora entusiasmado con la misión que ha recibido.

En los padres de Juan Bautista, encontramos un ejemplo maravilloso para todos los padres — el ejemplo de reconocer que cada hijo es un don extraordinario de Dios. ¡Y toda vez que una nueva vida es concebida, debemos alegrarnos y alabar a Dios por ese don!

Necesitamos aprender que cada vida es un don precioso, desde el primer momento de su concepción es un donde Dios y ya tiene en sí una vocación, una misión única e importante para ese mundo. Por eso debe ser acogida, respetada, amada y cuidada por todos.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!