“Se le acercaron unos fariseos y lo pusieron a prueba con esta pregunta: «¿Está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?» Jesús respondió: «¿No han leído que el Creador al principio los hizo hombre y mujer y dijo: El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.»” (Mt 19, 3-6).

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¡El amor de Dios por nosotros no cambia y jamás cambiara! Dios es fiel a Su alianza — la alianza que Él hizo con nosotros, Él es fiel, Él permanece fiel. Aún que nosotros seamos infieles a esta alianza, mismo que seamos inconstantes, aún que, por muchas veces, no correspondamos con ese amor, Dios permanece fiel.

Y es justamente para manifestar ese amor fiel que el Creador hizo el hombre y la mujer para que, viviendo en unión, pudiesen manifestar el amor siempre fiel de Dios.

La unión matrimonial es señal del amor de Dios por nosotros, que es un amor indisoluble, un amor que no acaba, un amor que nada ni nadie puede separar, es decir, entonces, la unión matrimonial es señal de amor de Dios por nosotros también.

El Creador, al crear el hombre y la mujer, los ha bendecido con la unión del matrimonio justamente para la felicidad de los esposo, de los hijos y para el bien de toda la comunidad humana. La sacralidad del matrimonio esta justamente en el hecho de ser esa señal visible del amor y de la unión de Cristo con Su Iglesia.

Es justamente para manifestar ese amor fiel que el Creador hizo el hombre y la mujer

Cristo es el Esposo que ama su esposa al punto de dar su vida por ella. ¡Ese también debe ser el amor entre los esposos!

Jesús respondió: “Moisés ha permitido despedir la mujer, debido la dureza de vuestro corazón. Pero no fue así desde el comienzo”. Es decir, el matrimonio siempre fue y siempre va ser una vocación divina. Y por ser divina, una gracia de Dios, va exigir antes de todo, discernimiento, preparación y una voluntad determinada de buscar el bien uno del otro y de toda la familia.

Por eso, la necesidad de prepararse bien para el matrimonio, de vivir bien el tiempo de noviazgo, el tiempo del conocimiento uno del otro, el tiempo del discernimiento y del conocimiento, porque solo así, con ese preparo, la pareja podrá manifestar el amor divino, el amor de Dios por nosotros, que es indisoluble y que persevera, aún en medios de las luchas, dificultades, incluso en medio de los fracaso.

Es con la ayuda divina sí, es Dios quien nos da la gracia de vivir la fidelidad a Él primeramente. Pero el amor entre los esposos manifiesta también ese amor que viene de Dios.

Pidamos la gracia de la fidelidad a Dios, la gracia de la fidelidad a ese amor que Él derrama sobre nosotros.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!