El vientre de María es el lugar de la contemplación, del silencio y de la espera

“Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lucas 1, 30-31).

¡María es la agraciada! Me quedo mirando para el mundo en que se celebra la Navidad: hay luces, arboles de Navidad, tarjetas, Papa Noel, pero no vamos a árbol primera, pura, sin mancha, el árbol que genera la vida, aquella que nos trae la vida. Esta árbol fecunda, bendecida, pura y sin mancha, es la Virgen María. Cuando el Ángel dijo que ella es la agraciada, toda llena de gracia, es porque lo que viene de ella es lo que nos salva y redime. Por eso, el hijo que sale de ella se llama Jesús, porque Él nuestro Salvador.

Necesitamos volver, en este tiempo de gracia, para el milagro único y radiante que se realiza en el vientre de la Virgen María, de él viene el nuevo paraíso, la nueva humanidad.

Una humanidad cuando veo nuestras mujeres embarazadas. ¡Mira que belleza es la barriga de la mujer cuando va creciendo! Es la vida que sale manifestando con el deseo de venir hasta nosotros.

Me quedo a contemplar Dios que bajo del Cielo, se encarna en el vientre de María y viene a nuestro encuentro. No hay mejor lugar, no hay mejor forma de vivir la intensidad, la espiritualidad, la mística que volvernos para el vientre de aquella que concibió Jesús. Allí, el hombre nuevo es generado, la mujer nueva es generada, allí somos rehechos, recriados, entramos en el paraíso que se perdió con el pecado de Adan y con nuestros pecados.

El vientre de María es el lugar de la contemplación, del silencio, de la espera y de saber guardar. Vivimos en los tiempos de la ansiedad que toma cuenta del corazón de todos los hombres y mujeres. María irrumpió la ansiedad de la historia para poner en la serenidad del Espíritu para hacer de tu vientre el lugar de la morada de Dios.

Queremos ver Jesús, contemplar el lugar de donde Él vino.

¡Dios te bendiga!