05 Apr 2022

¡Permita que, en Jesucristo, tu dialogo con el Padre sea restaurado!

“Los judíos le preguntaron: ¿Quién eres tú?. Jesús les respondió: Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo. De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo. Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre” (Jn 8, 25-27).

Miren la pregunta: “¿Quien eres Tu, entonces?”. Esta pregunta que, seguramente, impregnar toda la historia de la humanidad. ¿Quien es Jesucristo? ¿Quien es ese hombre encantador? Quien es ese hombre que revoluciono la historia? ¿Quien es ese hombre que transformo el mundo? ¿Quien es ese hombre que cambio mi vida y la tuya? Es el día también de darnos de nuevo, en primer lugar, la respuesta a nosotros mismo de esta pregunta: “¿Quien es Jesús en nuestra vida?”

Pero la respuesta de Jesús, desgraciadamente, en la traducción ella fue suprimida, porque Jesús dijo: “Yo soy”, aquella definición del nombre de Dios, en el antiguo testamento, Jesús repite aquí, en ese dialogo. “Yo soy lo que vos hablo desde el comienzo”. JEsús estaba queriendo asegurar, decir a los interlocutores de su presencia que confirma no solo la presencia de Él, como también la presencia del propio Dios. La presencia de Dios que quiere comunicar para el ser humano la gracia de Su amor, alguien que revela su ser. Jesús responde: “Yo soy. estoy en el medio de vosotros. Estoy con vosotros”. Y, apartir de ese “Yo soy”, nace el dialogo con Dios. Jesús es para nosotros la posibilidad del dialogo con Dios.

En este tiempo de Cuaresma, en preparación para la Pascua, nosotros estamos purificando nuestra experiencia de oración; nuestra experiencia de entrarnos en dialogo con Dios; de escuchar y de hablar; de hacer esta experiencia bonita de comunicación con el Padre del Cielo en nuestras realidades, pero también de escuchar Su voz, de dejar que Dios nos guie, de dejar que Él nos transforme con su palabra. Y, justamente, mis hermanos, Jesús es para nosotros la posibilidad de dialogar con Dios.

Abramos nuestro corazón y acojamos a Jesús de una forma totalmente nueva y permitamos que, en Jesucristo, nuestro dialogo con el Padre sea restaurado

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Si no fuera Jesucristo, no existiría oración. Si no fuera Cristo, nosotros no tendríamos acesso y tampoco llamaríamos a Dios de Padre. Y Cristo nos tranquiliza en los momentos de la tinieblas. Cuando Jesús hace esta afirmación: “Yo soy”. Él quería decir: “El Padre esta cerca, no tengan miedo”. El Padre esta cerca porque donde esta el Hijo, esta también el Padre. Desgraciadamente, los interlocutores de Jesús, los de Su época, no experimentaran esta gracia, porque no creyeron que en el Hijo estaba también presente el Padre. Pero, hoy, nosotros tenemos esta posibilidad de creer, de esperar en Jesucristo.

Y nosotros sabemos que Jesús morirá justamente por causa de esta identificación con el Padre. Fue justamente por hacerse igual a Dios, revelando Su naturaleza idéntica la del Padre, en Su divinidad, es que Jesús tuvo de pagar un alto precio, pues fue acusado de blasfemia por revelarnos el amor del Padre, por abrirnos un nuevo camino de dialogo con Dios. Aquel dialogo que ya había sido perdido desde Adán y Eva; aquel dialogo que había sido perdido con el pueblo en el desierto, con la murmuración, con el pecado, con las infidelidades, con varias rupturas con la alianza. Jesús nos restaura ese dialogo con el Padre del Cielo, porque Él asegura: “Yo soy, Yo estoy presente, Yo quiero comunicar mi gracia”.

Entonces, hoy, abramos nuestro corazón y acojamos a Jesucristo de una forma totalmente nueva y permitamos que, en Jesucristo, nuestro dialogo con el Padre sea restaurado.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

Pai das Misericórdias

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