“Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: «¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen” (Jn 7, 28)
Aún no siendo acogido, acepto ni amado, Jesús enseñaba, predicaba, exhortaba y cumplía Su misión de traer el Reino de Dios y anunciar Su Palabra a los corazones.
Jesús no vino buscar el acogimiento ni aplaudir humanos, Él vino traernos el Reino de los Cielos. Aún que tu no acoja ni abra tu corazón, aún que tu pones obstáculos o dificultades, Jesús no va dejar de decirnos, en alta voz, que nos convertimos, que cambiemos nuestra vida y permitamos que Su Palabra cambie la dirección y el sentido de nuestro vivir.
Abramos nuestro corazón para que entre la Palabra del Señor. Abramos el corazón para acoger Jesús, el Divino Salvador. No caíamos en el peligro del camino de la hipocresía religiosa, de creer que sernos personas religiosas nos pone en la presencia de Dios. Lo que nos pone en la presencia de Él sernos verdaderos acogedores del Maestro Jesús, es dejarnos ser corregidos, formados, enseñados y orientados por Él.
Jesús no vino buscar el acogimiento ni aplaudir humanos, Él vino traernos el Reino de los Cielos
Sé que, basta recibir un diploma para ser considerado un doctor, un profesional en eso y en aquello. No hay diploma para entrar en el Reino de los Cielos. No es porque tu recibes los sacramentos, que puede pensar: “Yo soy tengo la crisma. Hice Primera Comunión. ¡Estoy en la Iglesia hace mucho tiempo! Soy ministro de la Sagrada Eucaristía. ¡Eso no dice nada! Nuestros títulos humanos, eclesiásticos o divinos no dicen nada. Lo que dice es sernos seguidores de Jesús, es sernos enseñados, sernos acogedores a lo que Él, de hecho, realiza en nosotros.
Querían prender Jesús, querían poner la mano en Él para impedirlo de predicar. Nadie puede impedirlo de predicar, porque, aún muerto, Él esta predicando, enseñando y resucitando. Nadie más contiene a Él. No podemos contener la acción salvadora de Dios entre nosotros.
¡Dios te bendiga!
