“Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer será condenado. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas; tomarán con sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos, por su parte, salieron a predicar en todos los lugares. El Señor actuaba con ellos y confirmaba el mensaje con los milagros que los acompañaban”    (Mc 16, 15; 19-20).

¡Palabra de la Salvación! Porque esta Palabra llego a nuestro oídos – Yo he destacado lo que el padre, el diacono, habla al final de la lectura del Evangelio -, porque esta palabra nos salvo, ella llego a nuestros corazones.

Hoy, en la fiesta del evangelista San Marcos, nosotros tenemos la oportunidad de tocar en este Evangelio de la salida: la salida de los discípulos para anunciar la Palabra del Señor. Además, los discípulos pueden salir porque Dios salio primero de Sí; porque Dios, en primer lugar, hizo ese movimiento de salir de Sí para ir al encuentro de cada ser humano, de cada criatura.

¡Hable del amor de Cristo; lleva esta experiencia de amor de Él a muchos corazones que necesitan de esta Palabra; anuncie el Evangelio!

Al crearnos, Dios Padre salio de Sí; contemplaba el Hijo; y creaba, en el poder del Espíritu Santo, todas las cosas, incluso el ser humano. Después, Jesús, al salir de Sí, también dio Su “sí” delante del Padre y se encarno, por amor a mi y a ti. Después, al salir de Sí, el Espíritu Santo ha venido sobre María y los apóstoles, en el cenáculo, y sobre cada uno de nosotros, derramando sobre nosotros Su fuerza y Su poder.

Por isso, nuestra experiencia de fe necesita convertir una misión, una salida. Aquella experiencia que hacemos necesita también llegar a la vida de los demás. La fe no puede ser para nosotros solo un anestésico para algunos momentos de dolor, de dificultad; nuestra fe necesita convertir misión; la persona debe manifestar el bien que ella siente por la otra persona. Es así en nuestras relaciones humanas: cuando tu hablas que ama alguien, tu necesita manifestar el bien que tu siente por ella en actos concretos.

Entonces, nosotros también necesitamos manifestar nuestra fe concretamente, compartiendo con el otro lo que nosotros recibimos. Y eso nosotros necesitamos vivenciar todos los días de nuestra vida. En todas las oportunidades que tuvimos en nuestro día a día: en el trabajo, en la facultad, en la escuela, con los compañeros de trabajo, en la familia, nosotros necesitamos ser evangelizadores, anunciadores de la Palabra del Señor; alguien que realmente salio de sí para compartir con el otro lo que ha recibido.

En la fiesta del evangelista San Marcos, nosotros necesitamos alegrarnos porque él ha dado testigo de los grandes hechos del Señor, y él también ha compartido con nosotros. Y, por él haber dividido esta experiencia de fe, esta Palabra – que he acabado de leer para todos ustedes -, ha llegado hasta mi y a ti. Entonces, hagamos lo mismo, salgamos de nosotros mismos y anunciemos la Palabra del Señor a toda criatura y en cualquier oportunidad que Dios nos ha dado. En todas las oportunidades que el Señor nos ha dado, hablemos del amor de Cristo; llevemos esta experiencia del amor de Él a muchos corazones que necesitan de esta Palabra.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!