“En aquel tiempo, dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno” (Juan 10, 27-30).
Pastorear como Cristo
Hermanos y hermanas, hoy es domingo, día del Señor, cuarto domingo del tiempo de Pascua, también llamado Domingo del Buen Pastor.
Para San Pedro, Jesús es el “archipoimen”, es decir, el Pastor Supremo. Él lo es por su profunda comunión con el Padre del Cielo.
Los dos son uno, como Jesús mismo afirmó en el Evangelio. Entonces, quien no está en profunda comunión con Cristo y su Iglesia hará del ministerio del pastoreo un carrerismo, un oportunismo, un medio para escalar en la vida, enriquecerse, ganar seguidores, lucrar, pero nunca será pastor como Cristo lo es.
Jesús es el pastor supremo, porque no existe ningún otro por encima de él. Él es el Pastor Supremo, porque Él es el perfecto. Él es el Pastor Supremo porque Él dio Su vida por las ovejas.
El Evangelio de hoy, que reflexionamos, nos dice tres cosas sobre el verdadero pastoreo.
Primero, Él da la vida por sus ovejas. Nadie cuida de alguien sin sacrificarse. Quien reserva su vida o piensa solo en su propio bienestar, no puede formar parte de la comunidad de los discípulos de Jesús.
El misterio de la cruz está en el centro, en el centro del servicio de Cristo como pastor. En cada Eucaristía, Jesús da pruebas de ese amor sacrificial. Él se entrega a nosotros. La vida no se entrega solo en el m,omento de la muerte o en la hora del martirio, se entrega día a día. Es un aprendizaje diario de ofrecerse en favor de alguien y ponerse a disposición del Señor.
Segundo: él conoce a las ovejas y ellas lo conocen. Cuando en una persona resuena la voz del Creador, se abre espacio para una relación de amor e intimidad. No se trata de un conocimiento de nombres y de fechas. Se trata de un conocimiento interior, donde pastor y oveja se dejan conocer mutuamente y se abren el uno al otro.
Por último, el pastor está al servicio de la unidad. Yo y el Padre somos uno. La marca del pastor es la unidad, es decir, la capacidad de generar comunión, incluso en un ambiente diversificado, heterogéneo, con personas de diferentes culturas y expresiones.
La Iglesia no puede recluirse en los límites de su ambiente religioso. Somos y debemos ser personas de diálogo, de saber tratar con lo diferente.
La Iglesia lleva, en su propio nombre (católica), la marca del pastoreo de Cristo, el cual tiene solicitud por todas las ovejas y no solo por algunas.
Aprendamos de Jesús, el Buen Pastor, a servir también a nuestros hermanos, a la Iglesia de Cristo.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!