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“Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó” (Mateus 15, 29-30).
Cojos, lisiados, ciegos y mudos. Somos nosotros esa multitud necesitada. En el sentido genuino de la palabra, “hystereos”, aquel que carece de algo, que tiene necesidad de alguna cosa.
Nosotros somos esa multitud, somos esos necesitados de una vida plena, estamos llenos de imperfecciones, que solo el Redentor podrá curar. El Evangelio habla de cuatro imperfecciones.
Son ellas: “Kolos”, “Kylos”, “Typhlos”, “Kofos”, cuatro palabras muy parecidas. Lo interesante es que, en griego, dan un significado muy profundo para nosotros.
Carecemos del amor de Dios
Somos cojos, la primera palabra: “kolos” privados de un pie. Caminamos en direcciones contrarias a aquellas propuestas por Cristo. Muchas veces, tenemos dificultad de caminar en una dirección que exige esfuerzo y renuncia, y optamos por otros caminos, nos desviamos del camino del Señor.
Somos lisiados. En realidad, la traducción es encorvados. Volvemos a nuestro propio ombligo, a nuestro pequeño mundo, a nuestra visión reducida de la vida, contrarios a la grandeza de Dios y sus manifestaciones. Muchas veces, nos comportamos así, como lisiados, encorvados, vueltos solamente hacia nosotros mismos.
Somos ciegos. Somos incapaces de una visión que supera nuestro alcance muy limitado. Somos momentáneos, somos circunscritos. Nuestro radio de visión, muchas veces, no pasa de nuestros grupos, nuestras comunidades..
Somos mudos. En realidad, somos mudos porque somos sordos. Sordos a la voz de Dios que nos orienta continuamente a través de las predicaciones, homilías, sermones, etc… Y porque no oímos, perdemos la vocación de ser comunicadores de Dios.
Solo podemos hacer como aquella multitud de imperfectos: ponernos a los pies de Jesús para ser curados de todo eso para convertirnos en el pueblo de Dios. Pueblo amado y pueblo salvo por su gracia y por su poder. Vamos a dirigirnos a Él con esas imperfecciones y con tantas otras que traemos en nuestro corazón. Él nos sanará.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!