“En aquel tiempo, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del Templo; era invierno. Jesús paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le dijeron: “¿Hasta cuándo nos tendrás en duda? Si tú eres el Mesías, dínoslo abiertamente”. Jesús respondió: “Ya os lo he dicho, pero no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí” (Juan 10,22-30).
Escuchar la voz de Cristo
Hermanos míos y hermanas mías, hoy es 13 de mayo, día de Nuestra Señora de Fátima. Mi saludo especial a todo el pueblo portugués que sigue nuestra homilía. Que Dios bendiga vuestras vidas por intercesión de Nuestra Señora de Fátima, para que seamos verdaderos discípulos de Jesús.
Los judíos piden a Jesús que hable con clareza. El término usado aquí es parresía: háblanos abiertamente, háblanos con parresía. Ya conocéis esta terminología usada, muchas veces, para hablar del arrojo, del coraje, de la intrepidez para anunciar el Evangelio. ¿Acaso Jesús no fue siempre franco y abierto al hablar de Su persona? ¿Sera que es Jesús que no habla con clareza, o son los corazones de los judíos los que no están abiertos a Su revelación?
El problema es que ellos no querían comprometerse con aquel mesianismo que Jesús presentaba, que se desvelaba ante sus ojos, porque, desde el momento en que aceptaran a Jesús como Mesías, tendrían que deconstruir el castillo de expectativas e incluso ideas erróneas que traían respecto al Mesías tan esperado.
En nuestra vida también ocurre de la misma forma
Si acepto que mi vida es un don de Dios, ya no podré perder tiempo ni desperdiciar las oportunidades que tengo para hacer que mi vida valga la pena. Si acepto que la persona que Dios ha puesto en mi vida es una forma Suya de amarme, entonces ya no podré vivir con esa persona una relación superficial, no podré traicionarla, no podré hacerle ya ningún mal.
Es mucho más fácil andar buscando señales y comprobaciones que asumir la responsabilidad por aquello que se presenta ante nuestros ojos.
Una revelación tiene un precio, ¿verdad? Y nosotros, hoy, celebrando a Nuestra Señora de Fátima, vemos en la historia el precio que los pastorcitos tuvieron que pagar por causa de las revelaciones de Nuestra Señora. Por eso el mundo de hoy no acepta a Jesús tal como Él es. Para ellos, es más fácil decir que Jesús es uno cualquiera en la historia de la humanidad, porque así pueden seguir como quieren, como bien les parece. ¿Y nosotros, vamos a escuchar la voz de Cristo? ¿Vamos a acoger Su mensaje y seguirlo fielmente?
¿Vamos a entrar en la dinámica de la revelación de Dios y vamos a obedecer Su voz? Que Él nos conceda esa gracia.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!