04 Dec 2019

Seamos presencia de Jesús para el hambre del mundo

Siento compasión de esta gente, pues hace ya tres días que me siguen y no tienen comida. Y no quiero despedirlos en ayunas, porque temo que se desmayen en el camino” (Mt 15, 32).

Las multitudes escuchaban a Jesús. Él hablaba y enseñaba las multitudes. Jesús sanaba todos los que se acercaban de Él. Eran muchos cojos, alejados, mudos y con muchas otras enfermas.

Todos nosotros con nuestras enfermedades necesitamos acercarnos de Jesús, necesitamos llevar para el regazo de Jesús, para la compañía de Él todos nuestros enfermos, lo que sufrimos en el alma, en el espíritu, en la mente, en las emociones, porque Jesús es nuestra salvación.

Dejame decir que esta multitud sin embargo escuchó a Él, fuera sanada y saciada en el Espíritu, padecían por el hambre; ella estaba con Jesús hace tres días y no tenían nada para comer. Mira que sensibilidad tiene nuestro Señor y Salvador: “No puedo enviarlos con hambre”.

No podemos dejar que nadie salga de cerca de nosotros con hambre, no podemos permitir que nadie a nuestro lado muera de hambre. No podemos permitir que el hambre, que aún es un drama de la sociedad en que estamos, pueda estar ocurriendo. Necesitamos hacer nuestra parte, necesitamos saciar los hambrientos, necesitamos cuidar de los enfermos y de los hambrientos de la sociedad, necesitamos ser presencia de Jesús para el hambre del mundo.

Que las luces de Navidad no apague para dejar de ver el hambre del mundo

El mundo tiene hambre de Dios, pero el mundo tiene hambre de pan. El Padre nos invita, también, a rezar que el “pan es nuestro” y a repartirnos nuestro pan de cada día, así como Él hizo, multiplicando los panes y los peces para aquellos que escucharon a Él, para que nadie muera de hambre.

En este tiempo de mucho lujo en las tiendas, en el comercio y en muchas cosas, sé que cada uno de nosotros esta corriendo atrás de la propia vida, pero dejamos de engañar por las luces de Navidad. Que estas luces no apague nuestra mirada de dejarnos de ver el hambre del mundo, las necesidades de los más pobres y hambrientos, las calamidades que ocurren en nuestras calles, ciudades y por los lugares donde caminamos.

Muchos pasan hambre, muchos no tiene lo que comer, no tiene lo que vestir, muchos mueren de miseria. Jesús no solo tenía los ojos para ver los dolores, las enfermedades y el hambre de la humanidad, como Él también quería abrir nuestros ojos para que podamos ver.

No basta dar una limosna, es necesario cuidar y volverse, ver con mucha claridad todos lo que están hambrientos a nuestro lado.

Seamos el pan de Dios, el pan de la Palabra, seamos el pan que sana el hambre de aquellos que padecen por ella.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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