Solo ve el Reino de Dios, quien tiene pureza en los ojos, en la alma, en el espíritu; quien tiene pureza de intención
“Es que Jesús le había dicho: «Espíritu malo, sal de este hombre. Cuando Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas?», contestó: «Me llamo Multitud, porque somos muchos.” (Mc 5, 8-9).
Jesús esta expulsando los espíritus impuros que están dominando ese hombre. Lo que, tal vez, llame nuestra atención es que Jesús expulsa los espíritus impuros y los manda para la manada de cerdos, que tiran al mar y se ahogan.
Aquellos espíritus impuros eran más sucios que los cerdos, de tal forma que, atormentan tanto los cerdos que estos se tiran al mar.
Dios no nos quiere impuros, Él no quiere que la impureza nos tome cuenta de nosotros, que tome cuenta de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos. La impureza es maldad, ella nos hace mal.
Miramos las cosas por la óptica de la impureza y del mal y, a partir de eso, nuestras palabras se vuelven malicioso; lo que nos hacemos para los demás se convierten mal. La medida que permitimos que estos espíritus impuros crezcan en nosotros, dominando nuestra mente, nuestra voluntad, vamos convirtiéndonos personas maliciosas. Dios nos nos quiere en el mal, Él nos quiere puros.
Tal vez algunos tengan una restricción, una visión equivocada a respecto de la pureza, sin embargo la “pureza” se confunde con “puritanismo”. La pureza se conjuga con la santidad, con Dios, con el espíritu de Dios que esta en nosotros.
“Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios” (Mt 5,8). Solo ve Dios en nuestro medio, solo ve el Reino de Dios, quien tiene pureza en los ojos, en el alma, en el espíritu; quien tiene pureza de intención.
Miramos para una niña pequeña, cuanto más pequeñita ella es, más vemos la pureza del alma, más contemplamos la presencia de Dios. La medida que crecemos, la maldad, la perversión, la malicia y las intrigas del mundo van entrando en nosotros, y comenzamos a actuar según estos espíritus. Ellos nos convierten violentos, dominan nuestra voluntad, nuestras inclinaciones.
Jesús nos quiere puros, porque, solo puros nos convertimos parecidos con Dios. Cuanto más los espíritus impuros entran en nosotros, más desfiguramos la imagen de Dios que esta en nosotros, y quedamos parecidos con estos espíritus.
Las legiones están por ahí: la legión de pensamientos desordenados, pensamientos impuros, legión de maldad que las personas cometen unas contra las otras. Necesitamos en nombre de Jesús, en la autoridad de Él, vencer y expulsar de nuestra vida los espíritus que hacen de nosotros personas maliciosas e impuras.
¡Dios te bendiga!