“Jesús le preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que está así?». «Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos». «¡Si puedes…!», respondió Jesús. «Todo es posible para el que cree». Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo poca fe». Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más». El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: «Está muerto».” (Marcos 9,21-26).

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Mis hermanos, algo indispensable para tener eficacia en la misión, se llama fe. Y la fe solo puede ser alimentada y sostenida por la vida de oración. Sin vida de oración, sin constancia en la oración, quedamos debilitados en la fe, nos convertimos personas inseguras; señal de la falta de fe, la inseguridad es la falta de fe.

Los discípulos de Jesús no conseguirán expulsar ese tipo de demonio del niño porque estaban lejos del Señor y estaban inseguros, no tuvieron fe en la autoridad que el Señor les había dado para realizar las obras que Él realizaba. Y Jesús, al darse cuenta de la situación, exhorta Sus discípulos: “¿Una generación incrédula, hasta cuando tendréis de soportarlos?”.

Y, después de exhortar, Jesús va hacia adelante, enseñando que no podemos intimidarnos ni actuar con inseguridades, pero nosotros necesitamos tener coraje porque todo es posible para quien tiene fe.

Sin vida de oración, sin constancia en la oración, quedamos debilitados en la fe

La fe nos hace actuar con seguridad y con osadía; la fe nos hace tener actitudes. Jesús ha cogido el niño, levanto y él quedo de pie. Y Jesús, hoy, nos enseña como nosotros debemos comportarnos y actuar delante de situaciones de opresión, como esta que ha alcanzado los niños, su familia y muchos de aquella región.

Debemos actuar con la seguridad que la fe nos ofrece. Y, para actuar con fe, delante de situaciones difíciles, necesitamos sostener la fe con la oración. Sabemos que Dios todo puede y, sin embargo, muchas veces, nos parece faltar la fe.

Aquel padre dijo: “Señor, tengo fe, yo creo, pero aumenta mi fe. Yo creo, Señor, pero ayuda mi falta de fe”. Y esta oración es una mezcla de fe y de incredulidad, perfecta manifestación de los hombres.

Muchas veces, nosotros creemos, pero somos incrédulos también. Por eso, mis hermanos, pidamos, en este día, que el Señor aumente nuestra fe delante de las inseguridades que nosotros tenemos, delante de los miedos, delante de la falta de actitud, pidamos: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!