“Por tercera vez le dijo: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: “¿Me amas?” y le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21, 15-19).
Amor de amistad o incondicional
Hermanos y hermanas, vivimos hoy el primer viernes de este mes de junio, cuando siempre, devocionalmente, nos volvemos hacia el Sagrado Corazón de Jesús.
Y en el texto que nos propone la Iglesia en este día, vemos un juego de palabras del griego que involucra dos términos para definir la palabra amor. Uno de los términos revela el sentido de amor incondicional y agápico; y el otro término revela el sentido del amor de amistad.
Jesús pregunta a Pedro, dos veces, si este Lo ama, usando el sentido del amor incondicional, agápico y también sacrificial. Y Pedro responde ambas veces con el sentido del amor de amistad, más humano y también emocional.
Hermanos y hermanas, en la tercera vez, Jesús cambia la pregunta para el sentido del amor de amistad. Él, que había preguntado dos veces a Pedro si Lo amaba con el sentido de amor incondicional.
En la tercera pregunta, Él pregunta si Pedro Lo ama, pero con el sentido de amor de amistad, de un amor más humano, emocional, que era el amor con el que Pedro conseguía corresponder.
Esto causa tristeza en Pedro, porque él percibe que Jesús está descendiendo al nivel de su expresión limitada de amor, pero aun así lo acepta y confía en él para apacentar Sus ovejas.
Jesús comienza preguntando a Pedro si él Lo ama con un amor profundo e incondicional, aquel que exige entrega total y sacrificial. Pedro, sin embargo, responde con un amor más humano y limitado, como quien dice: Te quiero mucho.
En la tercera vez, Jesús adapta la pregunta al nivel del amor que Pedro es capaz de ofrecer, aceptando su fragilidad.
Este gesto demuestra que Jesús acoge el amor imperfecto de Pedro, confiándole, aun así, la misión de apacentar Sus ovejas, mostrando que Dios transforma nuestras limitaciones en fuerza para el servicio. Tanto es así que, al final de su vida, Pedro será martirizado.
La pregunta de Jesús a Pedro sobre el amor revela la profundidad del llamado a la misión.
El amor es la base de nuestra vocación cristiana.
Así como Pedro, somos invitados a afirmar nuestra fe en Jesús incluso en las debilidades. La respuesta a ese amor nos lleva a cumplir la misión de pastorear el rebaño, de cuidar unos de otros, y también nos lleva a la dedicación y al celo.
Primeramente, en nuestra fragilidad, pero con el objetivo de entregarnos enteramente por amor a Dios como Pedro.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
