“«El Reino de los Cielos es semejante a una red que se echa en el mar y recoge peces de toda especie. Y cuando está llena, la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en cestas y lo malo lo echan fuera. Así será al fin del mundo. Saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes. ¿Habéis comprendido todo esto? Ellos le dijeron: “Sí”»” (Mateo 13, 47-53).
Rendirse a Dios
Hoy conmemoramos la memoria de San Ignacio de Loyola, un santo que nos deja una enseñanza muy importante: encontrar a Dios en todas las cosas. Es decir, celebramos a un hombre que, tocado por la gracia, abandonó sus sueños de glorias mundanas para convertirse en un peregrino de la voluntad de Dios.
¿Tiene usted el valor de San Ignacio de Loyola para abandonar las glorias mundanas y ser un peregrino de la voluntad de Dios?
Un jesuita profundamente tocado por el Señor, que causó un impacto arrollador en la vida de las personas, mostrando la grandeza de lo que Dios puede hacer en nuestra vida. Su vida es un testimonio poderoso de lo que sucede cuando alguien se rinde enteramente al amor de Cristo.
¿Se ha rendido usted al amor de Cristo para vivir esa experiencia profunda que vivió San Ignacio de Loyola? San Ignacio nació en una familia noble, fue educado para el prestigio, pero renunció a las glorias mundanas para hacer la voluntad de Dios.
¡Pero miren qué hermosa es la vida de este hombre y su testimonio! Sin embargo, fue en una cama, postrado por una enfermedad, herido en una batalla, donde comenzó su verdadera conversión. Privado de las novelas y de las historias de caballería, encontró solo la vida de Cristo y de los santos. Y allí algo despertó: el deseo de una vida más grande, no para su propia gloria, sino para la gloria de Dios.
¡Miren qué hermoso! Estaba enfermo en una cama, buscando la gloria humana. Encontramos en la vida de los santos la oportunidad de que nuestra vida sea transformada por este Dios que no deja de visitarnos y de tocar nuestro corazón.
Termino diciendo que él nos enseña una lección central: el corazón humano está hecho para amar y servir a Dios en todo. Es decir, renunciar a esta vida terrena, renunciar al glamour, renunciar al prestigio que puede alejarnos de Dios.
¡Que Dios nos bendiga por intercesión de San Ignacio de Loyola
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
