23 Sep 2018

Para Dios no hay nadie insignificante o sin importancia

Necesitamos recibir a todas las personas, porque para Dios no hay nadie insignificante o sin importancia

“Ellos, sin embargo, permanecieron callados, pues por el camino habían discutido quien era el mayor” (Marcos 9,34)

La pregunta viene del corazón de Jesús quien se dirige a sus discípulos para preguntarle: “¿Qué discutían en el camino?”. Sobre lo que conversamos es lo que nos preocupa. Colocamos siempre nuestras preocupaciones, inquietudes o imposiciones en nuestras discusiones y en nuestras conversaciones.

No es sin querer que, muchas veces, gastamos nuestras energías para discutir asuntos y situaciones con las personas. No hay problema en discutir y conversar, el problema de las conversaciones es cuando se imponen como mayoría. Y esa “mayoría” quiere decir que queremos ser los más grandes, los que tienen la razón, los que poseen la única idea que debe prevalecer sobre los demás. Eso es falta de humildad. Cuando no somos humildes, no sabemos recibir lo que viene del otro, solo nuestras ideas están bien, lo que pensamos es lo correcto, vale lo que nosotros decimos, no sabemos escuchar.

En la época de Jesús, los niños no eran escuchados, no tenían ni voz ni voto, lo que un niño decía era la nada misma. Jesús viene, toma un niño, lo coloca en medio y dice que el Reino de los Cielos es de quien se le parece. No porque los niños son pequeños en tamaño, sino porque son pequeñas en pureza e insignificante.

Dios es aquel que da importancia al insignificante y al sin importancia. No podemos querer ser los dueños de la razón, saber más, poder más, estar siempre delante de los demás; necesitamos, primero que nada, saber escuchar.

La gran sabiduría de la vida consiste en saber escuchar al otro, no necesariamente concordar con él, pero escuchar lo que el corazón del otro tiene para decir es un gran gesto de amor. Podemos exponer lo que creemos, pensamos y sentimos, pero jamás imponer lo que queremos como si fuera la única verdad.

Los cristianos necesitan saber, cada día más, recibir, en nombre de Jesús, a los niños; pero necesitan recibir también a las otras personas, porque pueden parecer insignificantes, sin embargo, para Dios no hay nadie que sea insignificante o sin importancia.

Jesús es aquel que torna la causa más importante lo que para los demás no tiene importancia; es aquel que convierte las causas más importantes en el mundo en insignificantes.

Queremos escuchar la Palabra de Dios para resignficar nuestra vida a partir de la minoría, de la humildad y no del sentimiento de grandeza y superioridad, de sentirnos mejores y más importante que el prójimo

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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