09 Dec 2021

Para conquistarnos el Reino de los Cielos es necesario esfuerzo

“Desde los días de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él” (Mt 11, 12).

¡El Reino de Dios esta en nuestro medio! Ahora, nosotros necesitamos conquistarlo. La Palabra de Dios esta siendo muy explicita para nosotros: son los violentos que conquistan el Reino de los Cielos. Aquí es importante entendernos la violencia que es necesaria para entrar en el Reino de los Cielos. No hay ninguna alusión a la violencia de este mundo; la violencia que Jesús se refiere es la violencia del esfuerzo, de la lucha interior, del combate de alma, de aquel que lucha contra sus propias voluntades, sus propias malas inclinaciones.

Ni siempre nuestras inclinaciones del interior y del alma quieren volverse para Dios. Nuestro corazón tan fácilmente se implican por las seducciones mundanas, por las ilusiones de la vida, por las pasiones que nos presentan. Nuestro corazón tan fácilmente se vuelve para los vicios; nuestros pensamientos señalan y se dejan llevar para pensar mal, para querer mal. Es necesario controle interior, es necesario disciplinar hasta los pensamientos para que no sean llevados por los devaneos y por las distracciones que, muchas veces, están robando nuestra vida.

El Reino de los Cielos es de los “Violentos”, es de quien vence sus propios vicios, sus malas tendencias y sus malas inclinaciones

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Es necesario, muchas veces, actuar con violencia interior con nuestros sentimientos, no sernos llevados por las pasiones que, muchas veces, viene como una avalanche sobre nuestro propio corazón. Por eso, para conquistarnos el Reino de los Cielos es necesario esfuerzo.

En una sociedad que no preza por el esfuerzo, donde las personas están buscando cada vez más vida facil, y todo que es sobre las facilidades, no lleva las personas a esforzarse. ¿Cuál es el grande esfuerzo? El primer esfuerzo es para lograr la virtud de la humildad. Nuestra alma esta cercado de vanidades que nos convierten personas orgullosas y soberbias. “Entre los nacidos de mujer no hubo nadie mayor que Juan. Pero, el menor, el más humilde(…)” (Lc 7, 28), tu sabes lo mucho que Juan era un hombre de ascese, era un hombre de disciplina interior, y eso lo convertía grande delante de Dios porque él se hacia menor, vivía una profunda humildad, pero quien se convierte menor es mayor que Juan.

Por eso, esta es nuestra fuerza, esta es nuestra lucha, esta es la única competición que vale en la vida: la competición para sernos más humildad, para sernos menores. Porque, en el mundo donde las personas quieren ser grandes, mayores, reconocidas, valorizadas, aplaudidas y levantadas para ser mejores que las demás, quien se esfuerza, aún teniendo grandiosidad, aún teniendo grandes capacidades para vivir en la humildad, entra en el Reino de Dios. Tu sientes en estas personas la presencia de Dios porque la humildad hace la diferencia en cualquier realidad, la humildad transforma y contagia; al contrario de opulencia, que es aquella alma llena de arrogancia, de orgullo y de soberbia.

Es necesario trabajo interior para vencer esta prepotencia, esta arrogancia que esta siempre cercando nuestra vida. Es por eso que el Reino de los Cielos es de los “violentos”, es de quien vence sus propios vicios, sus malas tendencias y suas malas inclinaciones.

¡Dios te bendiga!

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