“Pero él les respondió: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc 8, 21).
Los parientes de Jesús no conseguían acercarse de Él, pero algunos de ellos querían una aproximidad física. Creemos que la proximisas física es la más importantes, por supuesto que, físicamente, queremos estar cerca de personas que queremos bien. ¿Tú conoces alguien que, físicamente, estuvo más cerca de Jesús que la Virgen María? ¿Alguien, en este mundo, trajo Jesús en su vientre, por nueve meses, alimento, cuido, amo, cogió en el regazo, cuido cuando era niño, lavo, vio Él crecer y transformarse en el hombre que nosotros amamos, el Maestro Jesús?
Entonces, la proximidad física María ya había, y más aún, la proximidad de la intimidad con la verdad de Jesús. Es en esta que Jesús esta presentando para aquellos que están escuchando. “De nada vale estar aquí solo me viendo”, la advertencia era para ellos. La advertencia es también para nosotros, porque incluso podemos recibir la Eucaristia, podemos estar en la Misa todos los días, podemos incluso participar de muchos grupos de Iglesia, pero no es eso que crea intimidad con Jesús, no es eso que crea identidad familiar con Él.
Lo que crea una intimidad familiar con Jesús es, primero, escuchar Su Palabra. Sabemos que escuchar no es una cosa sencilla, es necesario dedicación para escuchar. Como escuchamos muy poco lo que es la verdad.
No pasemos un día sin escuchar la Palabra de Dios, meditarla, dejar que ella ilumine nuestra vida
Nuestros oídos están muy sueltos y seducidos por muchos ruidos que están a nuestra vuelta. Para escuchar la Palabra de Dios es necesario abstraer o purificar de muchos ruidos para ponernos en sintonía de la Palabra.
Escuchar la Palabra de Dios es la misión principal de un discípulo de Jesús, inclinarse sobre la Palabra, dejar que ella entre en nuestros oídos. Una vez que la escuchemos, es necesario practicarla. Y, muchas veces, nos golpeamos en las dos lecciones: escuchamos poco y practicamos manos aún.
No vamos practicar en la integridad de la Palabra, si no la escuchamos; y si no escuchamos la Palabra, por supuesto que vamos ser buenos discípulos que siguen el Maestro Jesús. Por eso, nos acerquemos del Señor y de Su Palabra. No pasemos un día sin escuchar la Palabra de Dios, meditarla, sin dejar que ella ilumine nuestra vida.
Practiquemos, porque es así que, de verdad, creamos intimidad con el Maestro Jesús.
¡Dios te bendiga!