30 Mar 2020

Miremos hacia nuestro proprio pecado

“El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Juan 8,7)

La sociedad hipócrita de la época de Jesús, incluso la sociedad religiosa se dejaba llevar mucho por un pensamiento a la letra de la ley Moisés, refleja la sociedad de nuestros tiempos y a la religión hipócrita de la cual, muchas veces, hacemos parte.

Creamos una mentalidad, una sociedad y una visión de la Iglesia en que colocamos los valores morales por encima de la criatura humana y estamos, contantemente, juzgando, condenando y lanzando piedras a las personas. Una Iglesia en la que no nos miramos al espejo, que solo quiere ver el pecado o el error en lo que hacen los demás. ¡Qué engaño, qué ceguera e ilusión! ¡Qué mentalidad perversa, maldita y mundana que, muchas veces, se apodera en nuestro corazón!

Esa mujer que encontrada en flamante adulterio, que fue llevada hasta Jesús para ser apedreada, en verdad, se la llevaron para ponerlo a prueba. “¿Aquel que habla tanto sobre el amor y la misericordia va a despreciar la ley de Moisés?”

Jesús se inclina al suelo, porque venimos del suelo, y comienza a escribir. Él se detuvo para mirar el cielo. Si nos detenemos y, en lugar de mirar hacia arriba, a nuestro orgullo y soberbia, si cada uno baja para el polvo de la tierra, cada uno verá su propia vida y su propio pecado.

¡Muchas de los hombres que estaban acusando a aquella mujer de adulterio cometían también adulterio! Muchos de los hombres que estaban allí, para apedrear a esa mujer, hicieron cosas más o menos grave – ¡aquí eso no importa!-, pero estaban allí para juzgar a esa mujer.

Si cada uno baja para el polvo de la tierra, cada uno verá su propia vida y su propio pecado

Queremos juzgar y condenar. Nuestra mente hipócrita se quiere colocar y sentir superior a los otros. Estamos creando una sociedad y una Iglesia hipócrita, donde la mentalidad se mueve por el sentimiento de superioridad.

Parece que quien está más cerca de Dios es el salva y el santo; los demás son pecadores. Se crean redes, comunidades, conversaciones y grupos en las redes sociales para juzgar a otros hermanos, para que algunos se sientan en grado de superioridad y otros de inferioridad, cuando esa no es la mirada de Dios.

Dios es el que nunca mira hacia arriba. Él es el que nos lleva a todos al polvo de la tierra. Dios es el que desciende siempre al cielo para tomar la tierra, escupir, a fin de que esta abra nuestros ojos, oídos y nuestro corazón para ser recreados por el Señor.

¿Quién en su sana conciencia, sumergiéndose en la verdadera relación con Dios, tiene condición de tirar una piedra a alguien? A no ser los insensatos, los que no se miran a sí mismos… Esos viven toda la vida tirando piedras. Que reste tiempo para recoger las tantas piedras que lanzamos a otros, para que no sean un bloqueo para enterar en la eternidad.

Tomemos las piedras, construyamos puentes y caminos para cuidarnos unos a otros, para reparar nuestra propia vida de errores, de los engaños y de las maldades que cometemos, pero, muchas veces, no lo vemos.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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