“Luego agregó: Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre” (Marcos 7,20-23).

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La Liturgia de hoy sigue hablando para nosotros sobre el tema de la impureza. Y, hoy, Jesús nos enseña que lo que convierte impuro no es lo que viene de fuera, pero sí lo que sale de dentro del corazón del hombre.

Y para elucidar, Jesús explica que los alimentos que — en aquel tiempo, eran considerados impuros —, no tiene el poder de convertir el hombre impuro, al paso que las maldades que viene del corazón del hombre, estas sí son aquellos que convierten el hombre impuro, estas actitudes tiene sí el poder de convertir las personas impuras.

Y Jesús menciona algunas de estas actitudes que convierten un hombre impuro. Él va hablar de las inmoralidades, de asaltos, de asesino, del adulterio, de las ambiciones, de las maldades, de las fraudes, libertinaje, envidia, calumnia, falta de juicio. Todo eso que comienza en el corazón del hombre y va para el externo es lo que convierte un hombre impuro. Más una vez, Jesús nos enseña que nosotros debemos cuidar de nuestro interior.

Es tiempo de salir un poco de la exterioridad y cuidar de aquello que esta en nuestro corazón

El pecado dejo dentro de todos nosotros esta tendencia para el mal, para el pecado, para las impurezas. Y cuando no cuidamos de nuestra interioridad, es decir, de nuestra vida interior, son estas maldades e impurezas que tomaran cuanta de nuestra vida. Es decir, si nosotros no cuidamos de nuestro interior, si no buscamos cuidar de nuestro interior, las maldades toman cuenta, las impurezas toman cuenta de nuestra vida. Por eso, mis hermanos, es tiempo de cuidar de nuestro interior.

Es tiempo de salir un poco de la exterioridad y cuidar de aquello que esta en nuestro interior, en nuestro corazón. Buscar el Señor, buscar momentos de interioridad, para que la presencia del Señor que, constantemente, se hace alimento para nosotros en la Eucaristia, en Su Palabra, pueda ir purificando nuestro corazón de todas las maldades. Por eso, busque la presencia del Señor, permita que Él purifique tu interior.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!