09 Mar 2022

El Señor se queda a la espera de tu conversión

“Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás.” (Lc 11,29).

Muy bien, mis hermanos, estamos siempre a la espera de una señal para comenzar en verdad nuestro camino espiritual, nuestra experiencia de conversión. Es una inclinación a aferrarse siempre a las señales. Un camino espiritual comprometido y maduro necesita del desprendimiento de ciertas señales. Necesitamos seguir un poco más nuestro corazón y nuestra intuición de lo que nos pide Dios y de lo que quiere porque algunas realidades ya son más evidentes de lo que pensamos y no hay que tener más ninguna señal. 

Así que, no vamos hacer como las conocidas “dietas de lunes” que nunca llegan. Vamos abrazar hoy nuestro camino de fe, nuestra necesidad de conversión sin quedarse a la espera de esa señal porque necesitamos tener la consciencia que hoy el Señor desea entrar en la casa de nuestro corazón.

Tenemos aquí el texto donde Jesús dijo a la multitud que ningún signo más sería dado sino el del profeta Jonás. En la primera lectura, leemos la experiencia del profeta Jonás con la conversión. ¿Y qué significa ese signo? Que no hay nada imposible para Dios.

Vamos abrazar hoy nuestra necesidad de conversión sin quedarse a la espera de un signo

Cuando estás ante un pecado o un vicio tuyo, una situación que necesita de conversión, es urgente que dejes esa realidad ser transformada. Digo a ti: no hay nada imposible para Dios. Porque si miras el profeta Jonás, verás que él comenzó a pasar por la ciudad de Nínive predicando la conversión así que se puso, de facto, en las manos de Dios.

¿Y cuál fue el resultado? Su predicación llegó hasta el rey y también él se vistió en saco y se sentó en cenizas. Mira, el rey no ha puesto las cenizas en su frente como hacemos en el Miércoles de las Cenizas, pero se sentó. Y aún escribió un decreto donde hombres y animales debían ayunar, por completo, sin beber o comer nada y debían orar a Dios por su intervención. Fue por la predicación de Jonás que se pasó todo ese movimiento de conversión.

No hay nada imposible para Dios cuando un corazón se abre y escucha su voz. En mi vida y en tu vida, todo puede ser transformado. Así que podemos ser más de Dios, podemos dejar el pecado y abrazar una nueva vida, pero sólo si escuchamos la voz del Señor y su llamado a la conversión que Él hoy hace a nosotros.

Vamos abrir nuestro corazón para dejar que el Señor haga esa obra increíble en nuestra vida y que ponga su reino en nuestros corazones. ¡No es para mañana! Oigamos hoy la voz del Señor.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

Pai das Misericórdias

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