“Es semejante a una semilla de mostaza; al sembrarla, es la más pequeña de todas las semillas que se echan en la tierra, pero una vez sembrada, crece y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes que los pájaros del cielo buscan refugio bajo su sombra” (Mc 4, 31-32)
El Reino de Dios parece, en un primer momento, una cosa insignificante, sin importancia, sin valor, que nosotros no vemos, no sabemos de la fecundidad, de la fuerza, de la gracia que esta oculta por tras del Reino.
Además, nosotros miramos para él como una cosa común. El mundo esta siendo vida entre nosotros, y no sabemos de la fuerza potente, del atomo que es la Palabra Divina Sagrada, que es el Reino de Dios.
Cuando esta semilla de la Palabra (grano de mostaza) es acogida, ella se convierta una verdadera dinamita, que entra en el alma humana y arrasa, rompe corazones, derrumba orgullos, tira en el suelo y soberbia humana, construye un nuevo hombre, una nueva mujer.
La palabra de Dios, cuando entra en la vida de una persona de verdad, se convierte una temeridad, porque robo la persona de lo que ella vive y la lleva para la presencia de Dios.
Si dejásemos llevarnos por la inquietud poderosa transformadora que el Reino de Dios tiene en nosotros, acogeríamos con más intensidad lo que el Reino de Dios es.
La lógica, sin embargo, esta invertida, incluso la lógica de acoger el Reino, porque nosotros queremos como una cosa grandiosa, importante.
Algunos creen hasta el Reino de Dios es ir a Jerusalén, a Roma. ¡No! Tu vas a estos lugares un día, con la gracia de Dios! Yo tuve la gracia de ir, pero yo conocí el Reino de Dios cuando estuve en Jerusalén, cuando estuve en Roma, en los lugares santos.
El Reino de Dios esta en nuestro medio, en las cosas menores, insignificantes
El Reino de Dios esta en nuestro medio, en las cosas menores e insignificantes. El Reino de Dios llega a nosotros por medio de las personas que nosotros despreciamos, del pobre que esta a nuestra puerta, del predicado a quien nosotros, muchas veces, no damos atención. El Reino de Dios esta en nuestro medio con la madre que nosotros no damos valor. El Reino de Dios ocurre en las cosas más sencillas que podemos imaginar.
No esperes que la gracia de Dios ocurra en ti por medio de las grandezas, porque estas son todas ilusiones. EL Reino de Dios es pequeño, hasta despreciable, y a los ojos humanos no tiene valor ni significación, es pequeño como un grano de mostaza. Cultive, cultive la simplicidad de la Palabra de Dios a cada día, reflexionada; cultive la simplicidad de su comunidad, de su parroquia; cultive la simplicidad de la relación con las personas sencillas y humildes.
El Reino de Dios no va ser grande en ti, si te conviertes amigo del Papa o de estos o de aquellas personas que paree grande a los ojos humanos. El Reino de Dios ocurre en la sencillez, en la humanidad y en la pequeñez, es en estas cosas que, incluso parecen insignificantes, que el Reino de Dios ocurre con todo poder y eficacia.
¡Dios te bendiga!
