“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt 5, 1-12).
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Ahora, nosotros estamos, mis hermanos y mis hermanas, dentro de aquello que nosotros llamamos de bienaventuranzas. ¿Y lo que las bienaventuranzas provocan dentro de nosotros? Provoca algo muy importante, elevar cada uno de nosotros, a la dignidad de hijo de Dios. ¿Por que? Porque los bienaventurados son tocados por la gracia de Dios, es decir, aquellos que ponen toda su confianza en el Señor para no desistir de Su voluntad.
Podemos observar que Jesús senta en la colina con los discípulos y la multitudes, en aquella colina y Él comienza a enseñar que bienaventurados son los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino del cielo.
En la liturgia y en la teología, el pobre de espíritu es aquel que es vacío de sí mismo, que en todo depende de Dios. Es aquel que pone su confianza de forma total en nuestro Señor. Este es el propio pobre de espíritu, aquel que tiene la capacidad de reconocer quer no es nada y depende en todo del Señor. La Palabra, en el Evangelio, nos habla que el hombre solo es feliz cuando encuentra en Dios su esperanza y pone en Él su confianza.
La pobreza de Espíritu es el secreto de la verdadera riqueza
Los bienaventurados son, justamente, estos que renuncian al mundo, que renuncian a las cosas de este mundo, que renuncian a los vicios, a los pecados para ser totalmente de Dios, llenan el corazón de Dios.
San Afonso María de Ligoria nos habla para amar a Dios de todo el corazón y de toda nuestra alma, y que para tener el corazón pobre, en el cual la Palabra nos habla hoy, es necesario expulsar del corazón todo el afecto terreno, es decir, todo aquello que nos esclaviza a este mundo. Después, él habla de dos requisitos: vaciarse el corazón, el pobre de espíritu, de las cosas de este mundo, y después llenar el corazón con el amor de Dios.
¿Será que yo y tu hemos buscado llenar nuestro corazón con el amor de Dios y vaciarlo de las cosas del mundo? Solo el pobre de espíritu consegue realizar eso.
Recuerdate que la teología nos enseña que el pobre de espírtu es aquel que esta vacío de sí mismo para llenarse de Dios, para ser totalmente de Él. Que Dios te pueda dar esta gracia para vivir en tu vida, en tu familia, en tu trabajo, en tu graduación, para vaciarse para ser todo de Dios, para llenarse de Dios. Que Él te ayude y que el Espíritu Santo te ilumine a hacer Su voluntad.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!