01 Mar 2021

El corazón convertido logra la misericordia de Dios

“ Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados” (Lc 6, 36-37).

El Maestro Jesús desea nuestra conversión, que nuestro corazón sea convertido a Jesús, que nuestro corazón sea convertido a Dios, un corazón verdaderamente convertido. Algunos elementos son esenciales para la conversión y para la manifestación de la vida nueva en ese corazón que logro la misericordia de Dios.

Mira, la misericordia de Dios es Dios quien logra la miseria más profunda del corazón humano. Y Dios se compadece, Él no solo perdona, pero lava, purifica y renueva Su amor en ese corazón tan debilitado y pecador. Es un Dios que se vuelve para nuestras miserias y de nosotros se compadece.

Si pudiéramos traducir mejor el nombre de Dios, traduciremos para “misericordia”, porque Dios es la más profunda misericordia.

Si tuviéramos un poco más de ciencia y humildad en el corazón, no nos comportaríamos con arrogancia, orgullo y soberbia como estamos nos comportando; juzgando, condenando y nos poniendo por encima de los demás, nos creyendo mejores que los demás, nos olvidando que Dios viene hasta nuestra condición humana miserable para levantarnos, no para convertirnos grandes y sí quedar de pie por Su misericordia.

Un corazón convertido es un corazón misericordioso porque es un corazón que logro la misericordia de Dios

Si queremos vivir como convertidos, la primera conversión es para la misericordia. Si queremos tener un corazón vuelto para Dios, permitamos que Su misericordia se vuelva para nosotros.

Aquí tiene una cosa importantísima: cuando la misericordia de Dios se vuelve para nosotros; ella nos da la conciencia y la ciencia de nuestras debilidades, pecados, miserias, aquellas que están ocultas debajo de la alfombra del corazón, en las penumbras del alma, muchas veces, no asumimos los pensamientos que tuvimos, las acciones que hicimos, los deseos que cultivamos, y de todos ellos Dios no solo nos purifica, como también nos renueva.

¡Vete y haga lo mismo! Viva de forma como Dios vive para con nosotros: una relación de amor y misericordia. No juzguen y no serán juzgados, pues la sentencia que ponemos sobre los demás es un fardo pesado de nuestra condenación, de nuestro sentimiento de sernos jueces del mundo, se sernos mejores que los demás.
Hoy, todo el mundo es juez de todo el mundo, todo el mundo juzga todo mundo, cuando nuestro Dios baja la cabeza para, misericordia, mirar las miserias del corazón humano.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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