“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que oís no es mía, sino del Padre que me envió. Esto os lo he dicho mientras estaba con vosotros. Pero el Defensor, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy. No se turbe vuestro corazón ni se amedrente” (Juan 14,23-29).
No perturbar
Hermanos míos y hermanas mías, hoy es el sexto domingo de Pascua.
Cristo, en el Evangelio de hoy, habla de la paz que Él vino a traer y exhorta a los discípulos a que sus corazones no se turben ni se amedrenten. Sin embargo, es preciso completar este mensaje del Evangelio con lo que aparece en la primera lectura de este domingo, del libro de los Hechos de los Apóstoles.
Hubo una cierta perturbación debido a los cristianos que llegaron de Judea a Antioquía, y quisieron imponer ciertas normas a aquellos cristianos que venían del paganismo, que no eran judíos. Quisieron aplicar la ley de Moisés, por ejemplo, la ley de la circuncisión a aquellas personas que no conocían ni tenían tal obligación de cumplir aquella norma. Impusieron que, si no se observaban estas normas, estarían excluidos de la salvación.
Este es el contexto que está en la primera lectura de hoy. Por eso tales palabras causaron una perturbación y un trastorno, justamente lo contrario de lo deseado por Jesús.
Pero como el Espíritu Santo actúa en la Iglesia desde su inicio, los apóstoles, iluminados y en comunión profunda unos con otros, decidieron –el texto dice muy claro ‘nosotros y el Espíritu Santo’– no imponer la carga de la circuncisión a los paganos, sino que dieron algunas recomendaciones para que solo se abstuvieran de carnes sacrificadas a los ídolos, de la sangre de los animales ahogados y de las uniones ilegítimas.
El punto de reflexión aquí es que la doctrina cristiana no puede ser negada ni ser descuidada. Sin embargo, cada corazón necesita un tiempo y una forma para conocer esta verdad.
No es imponiendo que se logra los corazones, sino proponiendo aquello que es posible hoy, lo que es posible mañana, y así sucesivamente para que la persona, poco a poco, vaya tomando conciencia de la verdad.
Hay tanta gente estropeando el proceso de encuentro de las personas con Cristo por causa, muchas veces, del escrúpulo de observar ciertas normas. Personas que no tienen caridad pastoral con las otras, sin tacto con aquellos más frágiles, sin misericordia con aquellos que yerran. Son verdaderos perturbadores de la paz ajena y del camino de conversión de las personas.
Existen, sí, cosas que son indispensables, pero existen también medios indispensables para no perder un corazón que se está acercando a Cristo, pero que aún no sabe muchas cosas y no tiene capacidad de observarlas.
Paciencia. No perturbemos el corazón de las personas. Seamos instrumentos de paz en sus vidas.
Aquella paz que viene a partir del encuentro personal con Cristo y que después, poco a poco, va siendo traducida en la observancia de los mandamientos y de los preceptos del Señor.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!