“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco ya no me veréis. Otra vez un poco, y me veréis de nuevo”. Algunos de sus discípulos se dijeron entonces entre sí: “¿Qué significa lo que nos está diciendo: ‘dentro de poco ya no me veréis’, y ‘de nuevo un poco y me veréis’? ¿Y ‘voy al Padre’?” Decían, pues: “¿Qué significa este ‘poco tiempo’? No entendemos lo que quiere decir”. Y Jesús comprendió que querían interrogarlo” (Juan 16,16-20).
Cristiano adulto y capaz
Nosotros también tenemos muchas preguntas para Jesús, pues, muchas veces, no comprendemos el tiempo de Dios, no sabemos esperar, no sabemos vivir Su tiempo.
Jesús quiere que Su Iglesia esté compuesta por miembros vivos y libres. Él quiere que salga a la luz el adulto que está escondido dentro de cada uno de nosotros.
“No me veréis, me veréis de nuevo”. Parece aquel juego del escondite, pero, en verdad, Jesús nos está sacando del anonimato hacia un protagonismo exigente que el mundo exterior necesita. El hospital donde trabajas necesita conocer a Jesús, el Jesús que habita en ti. El tribunal donde trabajas necesita saber que allí existe una persona de Dios. La agencia bancaria donde actúas necesita conocer un comportamiento justo, honesto.
De cada uno de nosotros debe emerger, salir, aflorar ese cristiano adulto, capaz de responsabilizarse por la evangelización del mundo, pero no el mundo que está distante, sino el mundo que está a tu alrededor, que está muy cerca de ti.
Un adulto que no anda titubeando de un lado para otro al vaivén de las emociones, que no vive de encuentro en encuentro, sino que se ha encontrado con Cristo y ahora está comprometido con la evangelización de los demás.
Por eso, caminar hacia Pentecostés no es andar hacia un evento meteórico, lleno de lenguas de fuego, un evento extraordinario y todo lo demás. Es ir al encuentro de Aquel que nos hace testigos de Cristo en medio del mundo.
Es ir al encuentro de la tercera persona de la Santísima Trinidad, donador de los dones de servicio para la edificación de la Iglesia de Nuestro Señor.
Pentecostés no es un evento estático para admirar de un año para otro. Pentecostés es el alma de la Iglesia.
Es el soplo de vida en nosotros, para hacernos adultos en Cristo.
Protagonistas de la implantación del reino de los cielos ya, ahora, sobre esta tierra.
Por eso, permitamos que el Señor haga crecer en nosotros su gracia, para que, adultos en Cristo, seamos instrumentos en la vida de las personas.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!