“A continuación lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todas las naciones del mundo con todas sus grandezas y maravillas. Y le dijo: Te daré todo esto si te arrodillas y me adoras. Jesús le dijo: Aléjate, Satanás, porque dice la Escritura: Adorarás al Señor tu Dios, y a El sólo servirás. Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles a servirle” (Mateus 4,8-11).
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Jesuscristo es el vencedor sobre todo el mal; Jesucristo es el victorioso sobre toda la tentación, vencedor sobre aquel que, con tu mentira, llevó el hombre a caer en el pecado. Jesús es el vencedor sobre aquel que, un día, intento separarnos de Dios. La antigua serpiente, el adversario de nuestras almas, el tentador, el diablo.
La etimología de la palabra “diablo”, el nombre diablo, significa justamente eso — dividir –, es decir, aquel que divide, aquel que separa, aquel que, con su mentira, nos divide y nos separa de Dios. Esta es la función y el objetivo del tentador: separarnos del amor de Dios, alejarnos de la presencia de Él.
Y la estrategia del tentador sigue la misma — antigua, pero es la misma — , el enemigo intenta separarnos del amor de Dios, distorsionar, en el fondo, es una gran mentira, un gran engaño.
El enemigo intenta separarnos del amor de Dios, distorsionando la verdad de la propia Palabra de Dios
En Dios, en Su Palabra, no existen medias verdades; la tentación se presento en la vida de Jesús y sigue presentándose también en nuestras vidas distorsionando la verdad y buscando engañarnos por medio del poseer, del placer y del poder. Así como intentó con Jesús por el poseer, por el placer y por el poder.
Mis hermanos, Jesús es la verdad encarnada y Él no se deja engañar por el enemigo; Él, que ha vencido de una vez por todas con Su sacrificio, nos enseña a no dar oído a la seducción del mal, a no darnos oídos para la tentación que intenta engañarnos.
Jesucristo ya ha vencido el tentador, además, el divisor, aquel que intenta separarnos de Dios, aún intentara seducirnos y separarnos del amor de Dios con sus engaños. Si nosotros, mis hermanos, no nos desviarnos, no desviarnos a nuestra atención de Jesús – Él, que es la única verdad, el único camino que nos conduce al Padre – , nosotros también terminaremos nuestro trayecto aquí en este mundo victorioso sobre toda la tentación y seremos victoriosos también sobre todo mal.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
