¡Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo! ¡Por siempre sea alabado!
“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá!” (Lucas 11, 9-10).
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Queridos hermanos y hermanas, después de que Jesús nos enseñó el Padre Nuestro, la oración que Él mismo rezaba, Lucas ahora nos presenta enseñanzas sobre la actitud interior que debemos tener al dirigirnos a Dios, nuestro Padre y amigo. Para ello, nos cuenta dos parábolas.
Pedid y Recibiréis
La primera parábola es la del amigo inoportuno, que en medio de la noche va a pedir pan a su amigo. ¿Cuál es el mensaje principal? La insistencia de quien sabe cómo tocar el corazón, más que llamar a la puerta de un amigo, la confianza de que obtendrá lo que pide. Aquí, hermanos míos, reside la esencia de este Evangelio: la insistencia.
Vivimos en tiempos en que nuestra fe es constantemente desafiada. En medio de las tribulaciones, turbulencias y mares agitados, perdemos la confianza, la fe y la insistencia. Dios, sin embargo, desea que insistamos con Él, como hizo la viuda que se dirigió al juez, insistiendo hasta que él dijo: “Porque esta mujer me molesta, le haré justicia”. ¿Qué nos revela esta historia, hermanos míos? La perseverancia. Necesitamos tener, en nuestro corazón, esa actitud, para que nada de lo que el mundo nos ofrece, propone o alcanza, afecte nuestra fe.
Se necesita insistencia para renunciar al pecado, para amar, para rezar, para vivir una vida recta delante de Dios. La insistencia es fundamental. Existe una oración, ¿verdad? Después de que el penitente se confiesa al sacerdote, él dice: “Prometo, con vuestra gracia, esforzarme, es decir, insistir para no pecar más”.
Y es eso, hermanos míos. Los verbos “pedir”, “obtener”, “buscar”, “hallar”, “llamar” y “abrir” nos enseñan que la oración nunca es pérdida de tiempo. La insistencia nos lleva a comprender que rezar nunca es pérdida de tiempo.
El desafío es superar nuestra pereza, letargo y comodidad. Porque, hermanos míos, la oración siempre tendrá una respuesta positiva para aquel que sabe insistir más de lo que necesita, la perseverancia. Está ahí en el capítulo 18 del Evangelio de Lucas, en el versículo primero: “El que persevere hasta el fin, éste será salvo”.
Insistencia y perseverancia van de la mano. Por eso, hermanos míos, necesitamos vivir así. Cristo nos invita a ser Sus amigos, pues el amigo es aquel que insiste, el amigo es aquel que tiene total confianza y sabe que su amigo atenderá su pedido. Así debe ser nuestra relación con Dios: de amigos y de amigos insistentes, perseverantes. Por eso necesitamos, hermanos míos, pedir el don del Espíritu Santo, el don por excelencia que jamás será negado a quien lo pide.
Por eso pedimos, Señor Jesús, derrama sobre nosotros esta gracia para que podamos insistir siempre, insistir para poder recibir, porque todo aquel que pide, recibe; y todo aquel que busca, halla.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!