“Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y, en el desierto, era guiado por el Espíritu. Allí, fue tentado por el diablo durante cuarenta días” (Lucas 4,1-13).
Jesús Palabra
Hermanos y hermanas, con alegría celebramos hoy el primer domingo de Cuaresma. El domingo en sí ya es un día por excelencia, el día del Señor, el día de nuestra comunión profunda con Él, mucho más en este día en que estamos iniciando el tiempo de Cuaresma con este Evangelio que habla de la tentación de Jesús en el desierto, el cual nos apunta a estos 40 días. Aquí tenemos una realidad interesante señalada por San Lucas, que dice que fue guiado por el Espíritu al desierto, por el Espíritu.
Entonces, no podemos olvidar, hermanos y hermanas, la presencia del Espíritu conduciéndonos en este tiempo. El Espíritu Santo nos mueve. Tengamos cuidado de no quedarnos solo con la Cuaresma como un tiempo pesado, un tiempo difícil, un tiempo en que el demonio anda suelto para hacernos mal. No olvidemos que el Espíritu está con nosotros.
Todo aquello a lo que Él nos conduce en este tiempo es para que crezcamos en la comunión con Dios, es para que crezcamos espiritualmente y hagamos su voluntad. En Lucas, la palabra “diablo” se repite dos veces: en este episodio de la tentación en el desierto y, después, en la explicación de la parábola del sembrador, cuando Jesús dice que las semillas que cayeron junto al camino son aquellas personas que escucharon la Palabra, pero, después, viene el diablo y quita la Palabra de su corazón. Entonces, el gran divisor intenta separar al hijo del Padre, quitando la Palabra de la “tierra”, que es su corazón.
Jesús permanece Hijo porque sabe cómo mantener la Palabra de Dios en las profundidades de su propia existencia. Que tengamos la gracia también de mantener la Palabra de Dios en las profundidades de nuestra existencia. ¿Qué significa esto? Necesitamos cambiar nuestra actitud moral, nuestro comportamiento y también nuestra manera de orar. En todo, seamos guiados por la Palabra de Dios, y no por el divisor, que es el diablo, que también estará presente en la lectura de este domingo.
¿Cuáles fueron las tentaciones de Jesús en esta experiencia del desierto? Escuchamos: “Dile a esta piedra que se convierta en pan”. Aquí tenemos la tentación del placer, de la gula. Podemos decir también de la lujuria, porque está vinculada al placer. Podemos, entonces, hablar también de estos pecados capitales, sobre todo estos dos, la gula y la lujuria.
También hay otra palabra que fue dicha por el diablo: “Te daré todo este poder y toda su gloria”. Aquí hay tentación de poder, y los pecados capitales que podemos mencionar aquí son la vanagloria y la idolatría también.
El tercer punto es cuando el diablo dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo”. Aquí, el orgullo, la vanidad son también tentaciones.
En las dos primeras tentaciones, hermanos y hermanas, San Lucas introduce las citas de las Escrituras diciendo: “¡Está escrito!”. En la tercera tentación, que culmina en la visión de Lucas, es el propio demonio quien cita las escrituras.
Entonces, al principio, Jesús usa las Escrituras para decir que está escrito; después, el demonio usa esa misma palabra para tentar a Jesús. El propio demonio cita las Escrituras, cita el Salmo 91, afirmando a su vez: “está escrito”.
Jesús responde a esta tercera tentación, ya no con “está escrito”, refiriéndose a las Escrituras, sino que utiliza la palabra “fue dicho” para decir así: “está definido, fue dicho”, y no solo está escrito.
Este paso de lo que “está escrito” a “lo que fue dicho” nos señala a lo que el Padre dijo y vuelve a decir mediante la mediación de la palabra escrita. Me parece ser el paso decisivo que constituye el corazón de toda la lectura del texto de hoy. Entonces, tengamos cuidado de no manipular la Palabra de Dios para hacer nuestra voluntad.
Que, en este día, estemos totalmente disponibles a escuchar la Palabra de Dios, a escuchar aquello que está escrito y, sobre todo, lo que fue dicho.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!