“María, tomando casi medio litro de perfume de nardo puro y muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa entera se llenó de la fragancia del perfume. Entonces, dijo Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar: «¿Por qué no se vendió este perfume por trescientos denarios para dárselo a los pobres?». Dijo esto, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón y, como tenía la bolsa común, sustraía de lo que se echaba en ella.” (cf. Juan 12, 1-11)

Entrega, ofrenda y donación

Amados hermanos y hermanas, el gesto de amor y devoción de esta mujer que lavaba y ungía los pies de Jesús. El acto de María es un ejemplo de amor incondicional y devoción a Jesús.

Presten atención, es un gesto de amor y es un gesto de devoción, es decir, es una invitación para que reflexionemos sobre cómo debemos expresar nuestro amor por Dios en nuestra vida cotidiana.

Y falta mucho eso, hermano mío, hermana mía, esa entrega, ese deseo de vivir este amor. Pero, ¿qué sucederá? Los rechazos y las críticas. ¿Y no fue eso lo que hizo este hombre, Judas Iscariote? Él rechazó la actitud de amor de María hacia Jesús.

Por eso, hermanos míos y hermanas mías, debemos tener cuidado, porque podemos ser paralizados y desacreditados por las personas que no quieren que hagamos la voluntad de Dios. Debemos entregarnos por Él, por amor, como Él se entregó por amor a cada uno de nosotros.

Y quiero señalar también el valor del sacrificio. El perfume de gran valor simboliza, precisamente, el sacrificio y la entrega que debemos tener hacia Jesús. Él se sacrificó por nosotros, Él dio la vida por nosotros, y Judas estaba preocupado por el perfume.

Para aquella mujer era un sacrificio. Ella estaba ofreciendo a Jesús aquello que era bueno, aquel perfume de nardo puro.

Nosotros, muchas veces, hermanos míos, no valoramos debidamente el sacrificio de Cristo por nosotros en la cruz, ni tenemos la valentía de hacer lo que Él hizo por nosotros, que es salvarnos. Necesitamos tener esa actitud de María hacia nuestros hermanos y hermanas. No tengamos miedo de sacrificarnos, de donarnos y de vivir ese amor incondicional, aun ante las críticas y los rechazos.

Demostremos cuánto amamos a nuestro Señor Jesucristo.

Y no tengamos miedo, porque Jesús no tuvo miedo de demostrar cuánto ama a cada uno de nosotros, y eso lo demostró en la cruz.

Que el Señor nos ayude a amarlo con todo nuestro corazón, con todo nuestro entendimiento, con toda nuestra alma, y que vivamos esto de forma perseverante y constante.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!