“Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti, Deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente. Concíliate con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en prisión. De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (Mateo 5, 23-26).
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Conocer sobre el amor de Dios, ser justo, ser un cumplidor de los preceptos y de los mandamientos es algo importante, sin embargo, si realmente queremos agradar a Dios y ser santos, no basta solo saber que Dios nos ama ni ser un eximio cumplidor de los preceptos y de los mandamientos. ¡No basta!
Cumplir con nuestro deber nos convierte personas correctas, pero solo el amor es lo que nos convierta verdaderos cristoanos. Personas justas y correctas, cualquier uno puede ser, pero es el amor que nos diferencia, es el amor que da ese destaque a nosotros que seguimos a Jesucristo. ¡Es el amor que hace la diferencia!
Podemos ver un ejemplo que el propio Evangelio nos da en el día de hoy: no basta no matar alguien con sus propias manos — cometiendo el crimen de asasinato –, quitar la via, fisicamente, de una persona es solo una forma de cometer ese crimen.
Cumplir con nuestro deber nos convierte personas correctas, pero solo el amor que nos convierte verdaderos cristianos
Por ejemplo, ignorar o olvidar la persona, muestra que existen otras formas también de matar nuestros hermanos. Ridicularizar alguien por su debilidad es una otra forma también de matar, no solo fisicamente. Todas estas otras formas no están presentadas en el Codigo Penal, no nos lleva a la presión, pero delante de la Palabra de Dios, cada una de estas actitudes son tan grabes como también asesinar alguien.
Por eso, el Evangelio de hoy nos lleva a contemplar eso, a ver que no basta solo ser un buen cumplidor de la Leu, es necesario amar, sin embargo, parezca ser un exceso lo que hablamos, necesitamos ser concientes que vivir el Evangelio siempre nos pone en esta medida excesiva que se llama amor.
Quien ama es alguien que debe vivir una media excesiva. Perdonar aquel que me ha ofendido, reconciliarme con mi hermano, siempre debe ser una prioridad por encima del cumplimiento de los demás mandamientos.
Si limitamos nuestros actos de justicia solo aquello que piden las leyes, no seremos dignos de entrar en el Reino de los Cielos, eso porque cualquier persona sin amor, sin corazón, puede cumplir también las leyes, pero quien cumple por amor, quien vive ese exceso del amor no se limita a las rúbricas de la ley, pero va y ama, vive verdaderamente el amor.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!