“Jesús volvió a la barca, cruzó de nuevo el lago y vino a su ciudad. Allí le llevaron a un paralítico, tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de esos hombres, dijo al paralítico: «¡Animo, hijo; tus pecados quedan perdonados!» Algunos maestros de la Ley pensaron: «¡Qué manera de burlarse de Dios!»” (Mateo 9,1-3).
Miren, mis hermanos, esta Palabra que nos fue dad hoy: Jesús perdona, antes de todo, los pecado que son capaces de paralizar el corazón humano. Si existe que es capaz de paralizar el corazón humano, se llama pecado. Ninguna parada cardíaca puede paralizar el corazón humano, porque él va seguir batiendo en la vida eterna, pero el pecado sí, el pecado puede paralizar nuestro corazón.
Y Jesús, que es un gran conocedor de corazón, Jesús es el cardiognosta, Jesús sabe muy bien los secretos de nuestro corazón, Él va justamente en aquel punto. Jesús no tiene la mirada periférico, Jesús tiene una mirada muy central, Jesús va al nudo de la situación, al meollo de la situación, porque Él sabe que es de dentro del corazón que están a las realidades de las cuales nosotros necesitamos, muchas veces, nos libertar.
El perdón que Jesús da es la fuerza sanadora que pone, de nuevo, el ser humano en movimento, en el movimiento de la gracia de Dios. Es el perdón que quita el hombre de la parálisis, es el perdón que hace el hombre entrar, de nuevo, en el movimiento de la gracia del Señor.
Una persona que experimenta el perdón de Dios, aún que ella esté sobre una cama, ella puede ser feliz
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Cuando Jesús realiza esa acción – porque Jesús podría haber dicho: “Tu estas curado”, y aquel hombre se levantaría y se va para la casa, pero era más importante curar el corazón de aquel hombre.
Cuando Jesús hace ese gesto de perdonar los pecados de aquel hombre, era un absurdo para los judios, porque perdón, en aquella época, era solo un día, en el día llamado “Yom Kipur”, el “día del perdón”, y Jesús estaba contrariando la ley judaica. Ellos acusaran Jesús de blasfemia.
La mirada de ellos estaba vuelto para solucionar el problema, y no para un cambio interior. La mirada de aquellos hombres no estaba en el cambio interior de aquel hombre, estaba solo en el exterior, en la cura física.
Una persona que es reconciliada con Dios, una persona que experimenta el perdón de Dios, aún que ella esté sobre una silla de ruedas, aún que ella este sobre una cama, ella puede ser feliz y ella puede ser libre.
Aquí, hablo con mucha caridad y con mucho respeto a las personas que dependen de una silla de ruedas para desplazarse o de alguien que este en una cama, que no pueda más levantarse. Hablo con mucho respeto, pero si tu corazón es de Cristo, si tu corazón esta reconciliado con Dios, tu eres una persona libre.
Y es esta libertad para la cual nosotros somos llamados. Porque muchos pueden caminar con sus propias piernas, pero pueden estar con el corazón amarrados, paralizados en el corazón. ¡Y eso es terrible! ¡Nuestro Señor no quiere! Por eso nos da Su perdón, Él nos ofrece Su reconciliación para que nosotros tengamos vida y tengamos vida en abundancia.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!