“Cuando pidan a Dios, no imiten a los paganos con sus letanías interminables: ellos creen que un bombardeo de palabras hará que se los oiga. No hagan como ellos, pues antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan” (Mt 6, 7-8).
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Jesús, en el Evangelio de hoy, explica a nosotros que para rezar no es necesario decir muchas palabras, basta decir: “Padre nuestro”.
La oración es algo propio de los hijos que aman y van hacia a ese Padre con simplicidad y confianza. Todo padre bueno sabe de la necesidad de su hijo, y sabiendo que Dios es un Padre amoroso, nuestra confianza necesita ser esta.
Dios sabe de nuestras necesidades, y por eso nuestra oración no necesita ser mucho en el sentido de pedirle algo – porque Dios ya sabe de lo que necesitamos – , pero sí nuestra oración necesita ser, antes de todo, un acto de relacionamiento con ese Dios que es Padre, ese Padre amoroso, ese Padre que nos conoce.
La oración es algo propio de los hijos que aman y van hacia al Padre con simplicidad y confianza
Apartir de esta relación, nosotros necesitamos comprender y cumplir nuestras voluntades con la de Él; haciendo así como Jesús hizo y nos enseña: “Sea hecha Tu voluntad, así en la tierra como en los cielos”.
La oración es ese acto amoroso de relacionarse con Dios Padre; un Padre que sabe de lo que necesitamos, pues nada puede ser mejor para nosotros que estar en la voluntad de Dios.
¡Busquemos la voluntad de Dios, busquemos cumplir nuestra vida con Su voluntad, porque ella es el mejor para nosotros!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!