“Jesús fue al Templo comenzó a echar fuera a los que se dedicaban a vender y a comprar dentro del recinto mismo. Volcaba las mesas de los que cambiaban dinero y los puestos de los vendedores de palomas, y no permitía a nadie transportar cosas por el Templo. Luego se puso a enseñar y les dijo: «¿No dice Dios en la Escritura: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones?»” (Mc 11, 15-17).

Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:

El Señor espera de nosotros frutos de santidad. Y para engendrar estos frutos de santidad, necesitamos cuidar por las cisas santas y, entre estas cosas santas, necesitamos cuidar por el espacio, el lugar de oración. Y “espacio de oración” no es solo el templo construido de piedras, el edificio físico, y sí el espacio de oración que es construido dentro de nosotros, en el templo que somos nosotros, en el edificio espiritual que nosotros construimos por medio de nuestra relación diaria con Dios, por medio de nuestra oración.

así como nosotros debemos sí cuidar, cuidar y sostener el templo físico, mucho más nosotros necesitamos cuidar del edificio espiritual que construimos dentro de nosotros, por medio de nuestra vida de oración. Por medio de la vida de oración, nos convertimos estos templos vivos de Dios, hacemos de nuestra vida ese espacio de intimidad, de relación y de encuentro con Él.

Jesús viene con la misma esperanza, el mismo interés: transformar nuestra vida en una casa de oración

Ponerse en oración es ponerse en la presencia de Dios por amor a Él y no por interés. Existen muchos que hacen del espacio de la oración en sus vidas un verdadero comercio con Dios, una verdadera regateo — “Te voy dar mi oración si el Señor me dar algo en cambio”. ¡No podemos actuar así, mis hermanos!

Así como Jesús entro en el templo de Jerusalén y enseño que aquella casa era una casa de oración, Él también quiere entrar en el templo de nuestro corazón, de nuestra alma, de nuestra vida, y enseñarnos que aquí también necesita ser ese lugar, ese espacio de oración; un espacio santificado, un lugar donde nosotros encontramos Dios por amor a Él y no por interés.

Él viene con la misma esperanza, con la misma emoción; el mismo interés: transformar nuestra vida en una casa de oración, en un lugar donde Él desea vivir íntimamente con nosotros.

Entonces, permita que el Señor purifique tu corazón, purifique tu vida y haga de ella este lugar, este templo de encuentro con el Señor.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!