“Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones” (Lc 19, 45).
La casa de Dios no puede ser otra cosa sino casa de oración. Es la casa del encuentro con Dios, de la comunión con Él. La casa de Dios no puede ser, incluso, casa para desorden, de alguna forma. Cada vez más, estoy consciente del cuidado que nosotros necesitamos tener con el templo, con la iglesia, con el santuario, con la capilla, con el lugar de nuestro encuentro con Él.
El cuidado, incluso, que necesito tener con mi casa. ¡Que triste es una persona que no tiene cuidado por tu casa! ¿Sabe aquella casa desorganizada? ¿Sabe aquella persona que no tiene cuidado por su habitación? Tu entras en la habitación y se pierde, porque alí es todo desorganizado, todo fuera de ordenes.
Falta de cuidado no es solo un defecto, es un problema, es una falta de cuidado, es el relajamiento con la vida. ¡Cuando las cosas externas están desordenadas, imagina internamente las cosas dentro de nosotros!
La casa de Dios no puede ser otra cosa sino la casa de oración
El cuidado que manifiesto por las cosas externas, es el cuidado que necesito tener con mi propio corazón. De la misma forma que no quiero que se convierta una desorden mi vida y tampoco mi casa. De alguna forma puedo permitir que la Casa del Señor también este así.
Por eso que el propio Jesús, manso e humilde de corazón, pero no es tonto, es tomado por una santa rabia que aquí es el cuidado, el cuidado para no dejar que el enemigo se apodere. Porque es necesario decir que el enemigo, el maligno, él sí le gusta una desordene, de las cosas perdidas para nadie encontrarse.
¡Si llego en la iglesia y allí es todo desordenado, es todo ruido, nadie se encuentra con Dios allí esta muy bueno! Si tu vas en la iglesia, haces aquella desorden, ves todo el mundo, abrazas a todos. ¡Que bueno! Necesitamos encontrarnos, abrazarnos, pero no encontrarnos con Dios, hablamos con Él, y es todo que aquel que se perdió quiere que ocurra con nosotros, para que no perdamos, que perdamos el camino de la vida, mismo en la Casa de Dios. Por eso no nos dejemos perder en esta vida, ¡Pongamos orden en la casa! Pongamos orden en nuestra habitación, pongamos orden en nuestro corazón, y pongamos orden en nuestra relación con Dios.
Hagamos de nuestra habitación el lugar de la oración. Hagamos de la Iglesia el lugar de nuestro encuentro con Dios, porque, en medio a todas las agitaciones, permanecemos agitados y no quedamos tranquilo, no calentamos el corazón para entrar en comunión con el Señor.
Es esencial y fundamental para que nuestra espiritualidad sea solida, autentica y verdadera.
¡Dios te bendiga!