25 Nov 2017

Busquemos las cosas del Cielo

La vida eterna es participar de la salvación eterna, para vivir para siempre con Dios en el Cielo.

“Los hijos de este siglo se casan, y son dados em casamiento: Mas los que fueren tenidos por dignos de aquel siglo y de la resurrección de los muertos, ni se casan, ni son dados em casamiento. Porque no pueden ya más morir: porque son iguales á los ángeles, y son hijos de Dios, cuando son hijos de la resurrección” (Lc 20, 34-36).

Toda la cuestión, del Evangelio de hoy, es porque los saduceos no creen en la resurrección, ellos niegan la resurrección, y por eso crean esta situación que parece, de principio, compleja porque una mujer se casa con siete hermanos, uno tras del otro y no tiene hijos con ningunos de ellos. La pregunta hecha es: “En la vida futura ella va ser una mujer de quien?”

Miramos la vida, en la dimensión humana en que ella se encuentra, y creemos que todo que vivimos en la humanidad va ser nuestra eternidad. La cuestión de casarse, de generar hijos es una condición de vida presente, es un elemento de la vida humana aquí en la tierra.

La “vida futura” no tiene los mismo presupuestos de la vida terrena. Hay muchos cuestionamientos sobre la eternidad, uno de estos es si nosotros conocemos o reconocemos unos a los otros, sin embargo, quien va para la eternidad somos nosotros y no a otra persona, y la persona que va para la eternidad, va a partir de aquello que ella vivió aquí en la tierra.

La eternidad comienza ahora, esta en nuestro medio. Ya participamos de la vida futura cuando llevamos nuestra vida en Dios, o dejamos de participar de ella, cuando no la llevamos en Dios.

Cuando digo “vida futura”, me refiero a la vida eterna, a la bienaventuranza eterna. La vida eterna es participar de la salvación eterna, es para vivir para siempre con Dios en el Cielo, como Él nos invita a vivir.

No podemos transferir los presupuestos de vida humana y terrena, para la vida celestial. Por eso la explicación de Jesús es esencial para comprender eso: los hombres y las mujeres se dan en matrimonio aquí en la tierra. El matrimonio no es una cosa eterna, es hasta que la muerte nos separe. No es así que nosotros escuchamos en la bendición matrimonial? Porque, el matrimonio único, definitivo, pleno y eterno es con Dios, con la eternidad, es con Jesús, el Novio de toda “Iglesia”, que es cada uno de nosotros.

Pero, si no llevamos una vida interior, una vida mística, de relación con Dios, no conseguiremos tener comunión con la eternidad. Y vamos mirar la vida, a partir de los presupuestos terrenos, humanos y mundanos, y así, la reducimos a una condición terrena.

Quien vive los placeres de la vida, no consegue imaginar sin ellos, eso porque solo conoce los placeres terrenos, no sabe cual es el placer de la eternidad. Quien no busca tener relación con Dios, no siente sabor por las cosas de Él, no tiene gusto por el Cielo ni por la cosas del Cielo.

Si Dios nos dio la gracia de saborear las cosas aquí en la tierra y nosotros maravillamos, no sabemos cual es el sabor que nos guarda en las cosas del Cielo, lo que Dios ha reservado es “llaves de oro” para nosotros.

Vamos buscar las cosas del Cielo, porque es allá que Dios nos espera.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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