“Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»” (Jn 20, 24-26).

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Mis hermanos y mis hermanas, ayer celebramos los apóstoles Pedro y Pablo, y, hoy, celebramos el apóstol San Tomás. Quien nunca dijo a alguien o alguien dijo sobre ti: “tiene que ver para creer, igual a San Tomás”. Mayoritariamente, decimos eso en el contexto de la falta de fe.

Pero eso se da, porque el adjetivo del nombre Tomás – la Palabra nos revela – es Mellizo (en griego). Mellizo, quiere decir “gemelo”, es decir, existe una parte de nosotros que vive de las señales, existe una parte dentro de nosotros que vive de lo que es factual, de lo que es tangible, de lo que nosotros llamamos del empírico, de la “confirmación”; de lo que nosotros necesitamos tener en manos para decir que creemos. ¡Existe una parte de nosotros que aún necesita madurar sobre la fe!

¡Sabemos que no hace mal buscar explicaciones, preguntar, exponer los propios embarazos de la fe; todo eso hace bien, eso hace parte! Por eso, no crucifiquemos Tomás por su comportamiento osado y atrevido. Pero el gran problema en todo el episodio no fue el hecho de Tomás presentar una duda, el problema del episodio es que Tomás no estaba con ellos cuando Jesús ha venido.

Cuando me aparto de la comunidad, vivo en busca de señales y de una fe sensitiva

Tomás, siendo uno de los Doce, no estaba con ellos cuando Jesús ha venido. No se sabe, por el texto del Evangelio, cual el motivo que llevó Tomás para no estar presente en ese momento que Jesús apareció. Lo que sabemos que, aún que haya tenido el desprecio por la comunidad reunida, hubo el desprecio por la fe de la comunidad reunida que ha visto el Resucitado.

Tomás puede no haber despreciado la reunión de la comunidad, tal vez él haya tenido un compromiso, pero el problema fue Tomás haber despreciado la fe de la comunidad, la experiencia de la comunidad con el Resucitado.

Por eso, cuando me aparto de la comunidad, voy vivir en la búsqueda de señales y de una fe sensitiva, una fe sentimental, una fe intima. Por eso es importante recordar que la comunidad de fe no se resume a shows, a grandes encuentros. Eso puede ser un facilitador para la experiencia de fe, pero existen otras realidades que nosotros necesitamos cultivar.

La comunidad es nutrida por la Misa de domingo, por el encuentro en la parroquia, por una acción conjunta en prol de una causa. Cuando su comunidad esta reunida, tu necesita estar con ella; no podemos ser una “adorno” en nuestra comunidad. Por eso, ponga los dedos en la heridas de Cristo que se ocultan – las heridas que se ocultan en las personas de la comunidad donde tu pertenece, tu familia, tu grupo, tu ambiente de trabajo. Seguramente, allí esta Cristo oculto, y tu puedes tocar Sus heridas por medio de Su amor y de Su presencia.

Pidamos la intercesión de San tomás para que amemos de todo el corazón nuestra vida en comunidad.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!