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“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. En la tierra, las naciones estarán angustiadas, con pavor del ruido del mar y de las olas. Los hombres se desmayarán de miedo, sólo de pensar en lo que va a suceder al mundo, porque las fuerzas del cielo serán sacudidas. Tengan cuidado para que sus corazones no se insensibilicen a causa de la gula, la embriaguez y las preocupaciones de la vida” (Lucas 21, 25-34).
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Señales en el sol, en la luna, en las estrellas. Estamos en la temática del Adviento. Hoy, entonces, es el primer Domingo de Adviento, el tiempo de preparación para la Navidad del Señor. Como dije: señales en el sol, en la luna, en las estrellas, ruido del mar y de las olas. Las fuerzas del cielo serán sacudidas.
Cosas catastróficas que involucran las fuerzas de la naturaleza creada. Aquí, en realidad, es una manera del autor sagrado llamar la atención de todos los cristianos sobre el estilo de vida que están viviendo.
Despertemos nuestro corazón
Llamar nuestra atención sobre la forma en que estamos viviendo nuestra vida cristiana. En realidad, es una sacudida que el autor sagrado nos da. Dios no nos quiere en la superficialidad, y es justamente ese el propósito del tiempo de Adviento, despertarnos del sueño de las distracciones, de los placeres, de la fascinación de este mundo, de la insensibilidad causada, muchas veces, por la embriaguez y, como dice el texto, por la gula y las preocupaciones vanas.
Debemos estar siempre listos. Las cosas importantes de nuestra vida van sucediendo de improviso, de una hora para otra. Y necesitamos estar listos y vigilantes.
Hay un término interesante en el Evangelio de hoy: “aporía”, que significa perplejidad o confusión, indecisión. Ese es el estado de quien no vive en vigilancia constantemente. Muchos serán confundidos, en el fin de los tiempos, a causa de este enfriamiento en la fe, en la oración, en la intimidad con Dios. Por eso, muchas veces, las manifestaciones de Dios van a causar perplejidad.
Me atrevo a decir que habrá cristianos que, ni siquiera si la luna cayera, despertarían del letargo en el que viven hoy, la ceguera en la cual están viviendo su propia vida.
Quien, por el contrario, vive en la expectativa del Señor que viene, cosechará buenos frutos, verá el cumplimiento de las promesas, probará de la justicia Divina.
Por eso despertemos nuestro corazón para Cristo, preparémonos bien para la llegada de su Navidad.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!