20 Jul 2019

Coger la Palabra es acoger Jesús

“Viene mi siervo, mi elegido, el Amado, en quien me he complacido. Pondré mi Espíritu sobre él, para que anuncie mis juicios a las naciones” (Mt 12, 18).

Cuando Jesús toma posesión de la profecía de Isaias y hace con que la Palabra se cumpla en él, Él esta nos diciendo que necesitamos tomar posesión de la Palabra de Dios. Necesitamos, de hecho, tomar posesión de la Palabra para que ella también pueda tomar posesión de nosotros, para que ella esté en nosotros y podamos realizar la misión de Jesús.

No basta sabernos o conocernos la Palabra, necesitamos dejar que ella sea viva en nosotros. Los fariseos conocían las Leyes y las Escrituras, pero no tenían la Palabra de Dios viva en ellos, por eso el Evangelio comienza narrando que ellos salieron y hicieran un plan para matar Jesús.

Jesús es la Palabra de Dios viva y encarnada. Cuando no acogemos la Palabra, cuando o vivimos por intermedio de ella, cuando ella no guía ni ordena nuestros pasos y nuestra vida, nosotros la condenamos, oponiéndonos a ella y somos indiferentes a Palabra, Y de, alguna forma, damos nuestras disculpas, razones humana e intelectuales para confrontar aquello que es la fuerza viva de la Palabra de Dios en nuestro medio.

Necesitamos acoger Jesús por medio de su Palabra, porque solo Él tiene palabras de salvación

Confrontar la Palabra es ponerse contra Jesús. Acoger la Palabra es acoger Jesús, porque en ella reposa el Espíritu, para que Él anuncie las naciones a la Palabra del Señor. Ese mismo Espíritu también reposa sobre nosotros, esta en nosotros, porque en Jesús fuimos bautizados para que como Él, con Él y en Él realicemos la misión profética, que es anunciar y proclamar la Palabra con todas las consecuencias que ella tiene.

Es la Palabra que sana, libera, salva, restaura y hace el Reino de Dios acontecer. Acerquémonos de Dios, porque Su palabra se acerca de nosotros y nos pone en comunión con Él, por eso necesitamos acoger Jesús acogiendo Su Palabra, porque solo Él tiene palabras de salvación, palabras que sanan, liberan y restauran.

Hoy, nos ponemos en la presencia de Él y decimos: “Señor, que Su Palabra se realiza en mí, y que me convierta siervo de Su Palabra, Yo soy el siervo que el Señor eligió, el siervo amado del Padre, pero que Su Espíritu este en mí, para que yo lleve la Palabra a los corazones, a las naciones, donde yo esté y para donde el Señor me enviar”.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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