27 Jul 2023

Acoja, en tu corazón, la Palabra de Dios

“Los discípulos se acercaron y preguntaron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?» Jesús les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos, no. En ellos se verifica la profecía de Isaías: Por más que oigan no entenderán, y por más que miren no verán. Este es un pueblo de conciencia endurecida. Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón… Pero con eso habría conversión y yo los sanaría.(Mt 13, 10-11.14-15).

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El termino “parábola” (del griego) quiere decir aquel instrumento que Jesús utilizo, por medio de comparaciones y de analogías, para transmitir el mensaje del Evangelio. Por eso que para la parábola es necesaria la sensibilidad. Tanto que Jesús destaco, en el Evangelio, que los corazones de aquellos que eran los destinatarios de la mensaje habían convertido insensible.

Y Jesús destaco: “La mala voluntad”, “Ojos cerrados” y “Oídos cerrados”. Mala voluntad de escuchar la Palabra de Dios. ¡Que llamada de atención para nosotros que, muchas veces, no damos la verdadera importancia que la Palabra de Dios merece! Cuando estamos escuchando, por ejemplo, la homilía, en la Santa Misa, o la proclamación de las Lecturas, muchas veces, tenemos en el corazón esta insensibilidad.

Después, “ojos cerrados” no es solo porque, a veces echamos una siesta en la misa, en el momento de la homilía. Pero, aquí son los “ojos de la fe”, aquella indisposición de acoger aquella mensaje, la indisposición de ver la verdad que aquella Palabra ilumina en nosotros, en nuestro corazón.

Nuestro corazón necesita estar dispuesto a acoger esta mensaje

Y, después, los “oídos cerrados”, no queremos convertirnos, no queremos dejar que aquella Palabra toque nuestra consciencia, toque nuestra forma de pensar, de raciocinar, cambiando muchas veces la lógica de nuestra vida. El resultado: no nos convertemos ni somos curados.

Una consecuencia drástica que Jesús presenta. ¿Por que? Porque no hubo comunicación. No hubo comunicación, porque no existio recepción de esta Palabra proclamada.

Los discípulos quedaron asombrado, pero Jesús fue constatando que muchos de aquellos que eran los destinatarios de la mensaje del Evangelio no la recibían en tu corazón.

Nosotros sabemos, por el lenguaje de la comunicación, que una comunicación perfecta es hecha de emisor, mensaje y receptor. Hay que existir estos tres elementos para una buena comunicación. Jesús era el predicador, la parábola era el medio, pero faltaba el corazón.

Jesús estaba dispuesto a comunicar las verdades del Reino – ¡cómo Él esta dispuesto hoy a hablar en nuestro corazón. Dios nos habla, y necesitamos creer en eso! Dios se utiliza de várias formas para comunicarnos Su palabra, sea en la Liturgia como también en nuestros momentos de oración, por medio de una predica, por medio de una enseñanza, de una catequesis. ¡Dios quiere hablar con Su pueblo!

Esta mensaje es capaz de transformar nuestra vida, es una mensaje salvadora, es una mensaje de esperanza, es una mensaje iluminadora de neutras consciencia. Pero el receptor soy yo y tu; nuestro corazón necesita estar dispuesto a acoger esta mensaje. El corazón necesita estar conectado al corazón de Cristo para recibir esta mensaje. Por eso pidamos al señor que convierta nuestros corazones.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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