25 Sep 2020

Abracemos nuestras fragilidades

Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?. Pedro, tomando la palabra, respondió: Tú eres el Mesías de Dios” (Lc 9, 20).

La narración del Evangelio de hoy nos pone, primero, Jesús rezando en un lugar retirado y los discípulos estaban con Él. La oración es siempre luz para el corazón y la alma, la oración es siempre nuestra forma de comunión con Dios.

Es saliendo de la oración, sin perder el Espíritu de oración, que Jesús pregunta a los Suyos: “¿Quién dicen que soy yo?”. ¿Muchos estaban viendo Jesús, pero lo que ese pueblo decía sobre Él?

Es verdad que muchos no comprendían quien era Él, la mente fue se abriendo a los pocos, algunos creen que era Juan Bautista actuando allí y otros creen que era como Alías o alguno de los antiguos profetas.

Es importante entender que no estaban creyendo que Jesús era la reencarnación de ellos, pero es Jesús actuando como ese profetas actúan, como Juan Bautista, como Elías, o aún, como había la promesa de que Elías volvería, creen que era él que había vuelto. El pueblo aún no tenía noción de quien era Jesús.

Los años se pasaran y tuvimos la gracia de conocer Jesús en Su esencia, el Cristo Crucificado y Resucitado, pero es verdad que, hasta hoy, muchos no saben quien es Jesús, confunden quien Él es; o, simplemente, no tuvieran un encuentro personal con la identidad de Jesús.

Cristo Jesús abrazo todas las fragilidades; y, para seguirlo, en espíritu y verdad, necesitamos, primero, abrazar las nuestras

Por eso, Él se vuelve para Sus discípulos: “¿Quién dicen que soy yo?”. Es Pedro quien, de forma concisa, responde: “Tu es el Cristo de Dios”. En realidad, esta es la identidad de Jesús, Él es el Mesías, el ungido, el enviado, es Aquel que los profetas de Él hablaran, es Aquel que fue profetizado, es el Cristo de Dios, además, Pedro aún no tiene la total conciencia de lo que significa ser el Cristo.

¡Cristo, para algunos, es el Cristo triunfante y glorioso, y Él es! Cristo es glorioso, además, Él debe, primero, sufrir mucho, ser rechazado, muerto y solo después resucitar. Si no identificamos cristo Crucificado, no podemos reconocerlo Resucitado, si no pasamos por la pasión, por la Vía Crucis del Señor, no podemos acompañarlo en Su gloria.

Por eso, el Mesías que esta en la cabeza de algunos es un superhéroe, vencedor sobre todas las cosas. Ese Cristo es vencedor sobre la muerte, sobre el mal, pero Él pasa por la muerte y por el rechazo humano. Muchos de nosotros no conseguimos trabajar nuestra humanidad porque no queremos lidiar con las fragilidades de la existencia humana.

Cristo Jesús abrazo todas las fragilidades; y, para seguirlo, en espíritu y verdad, necesitamos, primero, abrazar las nuestras. Es necesario saber quien es Jesús, pero es necesario también saber quien somos, asumiendo lo aque somos y nuestras fragilidades, porque ellas son transformadas por el poder de Cristo Jesús.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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