13 Mar 2022

La luz de Cristo ilumina las tinieblas de tu vida

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo»  (Lc 9,28b-29.35).

Estamos en el segundo domingo de la Cuaresma y vemos el Evangelio de la Transfiguración de Jesus. En la verdad, transfigurarse es el objetivo de todo cristiano. Por lo tanto es nuestro objetivo pasar por ese camino de la Cuaresma para que el rostro de Dios esté en nuestro rostro y también seamos transformados, así que Dios sea todo dentro de cada uno.

Un detalle importante del Evangelio: “Mientras oraba”, la oración, nosotros ya aprendimos que es un lugar de encuentro con Dios, donde nos ponemos ante al Padre del Cielo, que tiene un amor perfecto y que nos tiene como hijos. Entonces, la transformación pasa cuando nos ponemos a orar, cuando hablamos con Él. 

Es necesario ese baño de luz para que también nosotros pasemos por las tinieblas de nuestros sufrimientos y luchas

¡Cuánta luz en ese segundo domingo de la Cuaresma! Acostumbramos a pensar en ese tiempo de Cuaresma como un tiempo de sufrimiento, el tiempo del color púrpura, de cubrir las imágenes. Pensamos en eso, pero el segundo domingo de la Cuaresma está lleno de luz!

Baño de luz para luchar contra el baño de tinieblas que será la crucificción, por eso, Jesús se transfigura ante sus discípulos. Es necesario ese baño de luz para que también nosotros pasemos por las tinieblas de nuestros sufrimientos y luchas. Es aquella un bendito momento para ganar fuerzas en nuestro interior antes de pasar por una situación difícil, como un niño que va a pasar por un exámen en la escuela y cuando sale recibe el abrazo de su madre o de su padre, o de alguien que le ame. El abrazo no lo hará pasar en el exámen pero será una recordación de que es amado.

Es eso que tenemos que vivir con Dios en ese segundo domingo de la Cuaresma. Experimentar la voz del Padre a decir: “Eres mi Hijo amado, en quien me complazco”, “Todo te quedará bien, estoy contigo. ¡No te dejo jamás!”. Es lo que experimentamos hoy para que estemos listos en la Pascua del Cristo, y listos para vivir con el Señor Su Pasión, Muerte y Resurrección.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!

Pai das Misericórdias

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