“Pero la multitud se dio cuenta y lo siguió. El los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto». El les respondió: «Denles de comer ustedes mismos». Pero ellos dijeron: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente».” (Lucas 9,11b-13).
Mira, mis hermanos y mis hermanas, hoy, nosotros estamos celebrando, con toda la Iglesia, la Solemnidad de Corpus Christi, el Cuerpo del Señor. Estamos amando, venerando, adorando Jesús presente en la Eucaristía. Y el Evangelio de hoy nos presenta el episodio de la multiplicación de los panes y de los peces, de la capacidad de Jesús de saciar el hambre de Sus discípulos, el hambre de la multitudes.
“Denles de comer ustedes mismos”. para el pueblo, nosotros no podemos dar entretenimiento, para el pueblo se da Eucaristia, se da Cristo, se da la propia vida. Fue eso que Jesús enseño para Sus discípulos: “Denles de comer ustedes mismos”. Participar del sacrificio de Cristo para alimentar el hambre del mundo.
Porque nosotros podemos ser muy tentados a dar entretenimiento para el pueblo, a dejar el pueblo en una situación no de conversión, pero de ignorancia. Pero la Palabra del Señor quiere hoy, en esta Solemnidad, alertarnos, despertarnos para que, con Cristo, nosotros también nos ofrezcamos, nosotros también seamos Eucaristia para la vida de nuestros hermanos.
¡Puede parece un absurdo, pero no! Nosotros somos llamados a comulgar de la vida de Cristo, a unirnos profundamente a la vida de Cristo y ser alimento para la vida de nuestros hermanos. Porque el hambre del pueblo es hambre de amor, es hambre de sentido de la vida, es hambre de esperanza.
En la Eucaristía, nosotros tenemos la demostración clara y explicita de que Dios quiso matar el hambre de Su pueblo siendo alimento para él
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Nosotros podemos y debemos, sí, comprometernos en iniciativas sociales de asistencia social, de obras de caridad – por supuesto, nosotros podemos y debemos hacer eso – , para dar también de comer a quien tiene hambre, de una forma muy concreta; talvez con personas y familias muy cerca de ti que pasan por necesidades materiales. Pero no podemos olvidarnos que también existe, en el corazón del pueblo, mucha hambre, hambre de Dios, hambre de la Palabra de Dios.
Y la Eucaristia es justamente esta demostración de que Dios quiso matar nuestra hambre de amor. Dios quiso matar nuestra hambre de presencia, porque la Eucaristía es la presencia real de Jesús perenne, todos los días, en todos los momentos de nuestra vida. Él quiso ser nuestra compañia.
Entonces, en la Eucaristía, nosotros tenemos la demostración clara y explícita de que Dios quiso matar el hambre de Su pueblo siendo alimento para él. Y el bonito es que Dios quiere usar de nuestras manos, porque Jesús dijo para los discípulos distribuiren los panes y los peces.
Nosotros somos eses portadores, somos aquellos instrumentos para que el milagro de Dios ocurre en nuestra pobreza, en nuestra pequeñez. Cinco panes y dos peces. ¿Qué es eso para mucha gente? ¿Que es nuestra fragilidad delante de Dios? ¡Nada! pero Él quiere servir de mí y de ti para seguir siendo Eucaristía, siendo presencia en la vida de Su pueblo.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!