La oveja perdida

En aquel tiempo, los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos, sin embargo, y los maestros de la ley criticaban a Jesús. “Este hombre acoge a los pecadores y come con ellos”. Entonces Jesús dijo: “Si uno de vosotros tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el desierto y va en busca de la que se perdió? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros con alegría y, al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y dice: ‘¡Alegraos conmigo! He encontrado mi oveja perdida'” (Lucas 15,1-10).

La gracia de Dios

Mis hermanos y hermanas, un detalle importante es que los maestros de la ley y los fariseos criticaban a Jesús. Pero los publicanos y pecadores, todos ellos, querían escuchar al Maestro, pues la escucha de Jesús les cambiaba la vida. La escucha de la palabra traía perdón, misericordia, les daba un nuevo sentido a la vida.

¡Cuántos pecadores, publicanos, experimentaron una transformación radical porque escucharon la voz de Jesús!

Hace unos meses, atendí a un hombre que hacia cerca de 40 años sin confesarse y descreído de todo y de todos, extremadamente racional, opuesto a una vida espiritual. Él vino a Canção Nova. Oyendo, durante el retiro, a uno de nuestros predicadores, fue profundamente tocado por la gracia de Dios.

Él decía: “Una palabra, allí, para mí…” Después, se deshacía en llanto en aquella situación. Me decía: “¡Si no fuera por la gracia de Dios que me tocó en la predicación de aquella palabra, nunca creería que Usted, padre, fuera la persona de Cristo para mí en ese momento en el sacramento!”

El poder transformador de la palabra

Bien, por eso la importancia en nuestras liturgias de la escucha de la Palabra de Dios. Por eso, cuando vayas a Canção Nova o a algún lugar a participar de un encuentro, no vayas detrás de esta o aquella persona, sino dispuesto a escuchar la Palabra de Dios. Dispuesto a acoger la Palabra y experimentar esa fuerza transformadora.

Hace más de 40 años que este hombre no se confesaba. ¡Si nos diéramos cuenta del poder de la Palabra de Dios! Es potente para curar, para liberar, para convertirnos, para exorcizar nuestros corazones, incluso para resucitar.

La palabra de Dios tiene ese poder, por eso los publicanos y pecadores eran atraídos por la Palabra de Jesús.

El verbo del Padre

Dios creó todo por la fuerza de la palabra, la famosa dabar, es decir, la Palabra de Dios hacía coincidir palabra, acto y evento. O sea, los labios de Dios se transformaban en sus manos.

Cuando Dios hablaba, el poder de Su palabra creaba las cosas.

Y Jesús es el verbo del Padre.

Por eso, hoy, el Padre del Cielo quiere realizar maravillas en nuestra vida por la fuerza de la palabra de su Hijo.

¡Escuchemos a Jesús!

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!