“En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: ‘Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y liberado a su pueblo; ha hecho surgir para nosotros una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, como lo había prometido desde hace tiempo por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian. Él tuvo misericordia con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que hizo a nuestro padre Abraham, para concedernos que, libres de temor y arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días'” (Lucas 1, 67-79).
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Luz para los que viven en tinieblas
Hermanos y hermanas, hoy, día 24, ya en vísperas de Navidad, escuchamos esta liturgia del día; y, claro, durante la noche, tendremos una liturgia diferente, que ya serán las liturgias de la vigilia de Navidad. Celebraremos el nacimiento de Jesús, pero el texto de hoy ya nos prepara para este gran acontecimiento, para este evento que transforma nuestra vida para siempre, que es el nacimiento del Niño Jesús.
Por eso escuchamos este cántico de Zacarías, que proclama la venida de Jesús como luz para los que viven en tinieblas. Nuestra esperanza, hermanos y hermanas, renace cuando Dios se acerca. ¡Entonces, Dios se acerca, él viene! Dios no se mantiene distante, él entra en la historia con fidelidad silenciosa.
En la noche que viviremos, en el silencio del pesebre, todo esto se acerca para transformar nuestra existencia. Por eso la fe no nace del esfuerzo humano de encontrar a Dios, sino de la sorpresa de ser encontrado por Él.
Hermanos y hermanas, en la solemnidad de la Navidad, seremos encontrados por Dios. Cuando todo parecía olvidado, él se acordó.
La promesa cumplida y la esperanza viva
Cuando las promesas parecían enterradas, él actuó. El niño que va a nacer será señal de que la esperanza es, de alguna forma, realización.
Cuando la esperanza parecía un recuerdo, él la hizo presente y concreta en carne y voz. La palabra que se hace carne. La fidelidad divina se revela en la memoria viva de lo que fue prometido y ahora se realiza.
Entonces, abramos nuestro corazón en este día, preparémonos también interiormente y exteriormente para la venida de nuestro Señor.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!



