“Entonces se dijeron el uno al otro: ¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32).
Caminar con los dos discípulos de Emaus, que partían de este pueblo, es tener la seguridad de que Jesús también camina con nosotros. Él camina con nosotros cuando estamos juntos en casa y en los camino de la vida.
Andamos por el camino de la vida conversando especial todo, incluso, sobre nuestras inquietudes, nuestros miedos. Tengo la seguridad de que la mayoría de nosotros no habla sobre otra cosa, en este tiempo, que no sea sobre lo que nos preocupa y nos causa inquietudes.
No son pocas nuestras inquietudes, ellas viene de nuestros miedos, de nuestras inseguridades, dudas e inseguridades humanas, materiales y financieras. Pero mientras vamos pasando por todo eso, no nos olvidamos de que Jesús camina a nuestro lado, porque cuando estamos más vueltos para nuestros miedos y preocupaciones, no conseguimos ver que Él camina y habla con nosotros.
Jesús camina de todas las formas, pero las dos formas más ordinarias y extraordinarias son por medio de la Palabra y del compartir el pan. El partir del pan, como los primeros cristianos llamaban, es la Eucaristía. Por eso, si quisiéramos caminar al lado de Jesús, necesitamos reconocer a Él en Su Palabra y en la Eucaristía.
Aún que no tengamos condiciones físicas para participar de la Misa, que podamos volvernos para Jesús en la Eucaristía y en la Palabra
Los discípulos discutían de todo por el camino, y mientras discutían, Jesús iluminaba el corazón de ellos por medio de las Sagradas Escrituras. Guía el corazón de ellos para que comprendiesen todo la luz de la fe y la luz de Jesús.
Necesitamos permitir que Jesús nos forme, que nos eduque, enseñe y guíe por medio de Su Palabra, escuchando, dejando que Él mismo ilumine nuestra alma y nuestro corazón. Dediquemos a la oración, especialmente, la oración de la Palabra. Reflexionemos a la Palabra de Dios.
Cada vez que nos volvemos a las Sagradas Escrituras para rezar, nuestro corazón va arder, porque Dios va hablar con nosotros, Él nos va guiar, arrancar las inquietudes y perturbaciones que tenemos dentro de nosotros. Jesús nos va guiar para sentarnos a la mesa con Él, y así vamos reconocerlo al partir del pan.
La Eucaristía es el pan partido y repartido para alimentarnos. Por eso, más que nunca, aún que no tengamos condiciones físicas para participar de la Misa, que podamos volvernos para Jesús en la Eucaristía y en la Palabra.
Es bonito la persona que, del alto de su piso, dentro de su casa o en el lugar más lejos del mundo, sabe donde esta la Iglesia y se arrodilla para estar en la presencia de Jesús. Hace eso después de reflexionar y alimentar de la Palabra. Si nuestro corazón, nuestro corazón va arder siempre más, porque Jesús, vivo y resucitado, esta en nuestro medio.
¡Dios te bendiga!