“Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. 32 Y serán reunidas delante de él todas las gentes: y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas á su derecha, y los cabritos á la izquierda. 34 Entonces el Rey dirá á los que estarán á su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fuí huésped, y me recogisteis; 36 Desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis á mí” (Mt 25, 31-36).
En el final de todo, mis hermanos, en el final de los tiempos, todos nosotros también vamos ser juzgados por el supremo Juez. El Juez, cuando venir en Su gloria, nos juzgara y nadie quedara de fuera, nadie dejara también de prestar cuentas de sus acciones. Puede ser rico, pobre, enfermo o sano, todos prestaremos cuentas de nuestras acciones.
Lo que nos hace distintos, es deir, lo que nos convierte reconocidos delante el supremo Juez va ser el amor que tuvimos practicado. El amor nos hace distinto, el amor nos separa uno del otro; aquellos que tuvieran, de hecho, vivido el amor que Jesús vino enseñarnos.
No podemos desistir de hacer la caridad verdadera, de vivir el amor
¡Seremos reconocidos como benditos de Dios Padre por el amor que hemos practicado! Ese amor que se traduce también en la búsqueda de santidad, y apartir de la búsqueda de santidad se traduce en el ejercicio de las obras de caridad. Fue eso que escuchamos, aquí, en el Evangelio de hoy – obras de misericordia: “Felices los misericordiosos, porque lograram misericordia”.
Seremos reconocidos, mis hermanos, por la bondad que tuvimos practicado. ¡Acostumbro siempre decir que nuestro pasaporte para el Cielo se llama amor y bondad, por eso no podemos desistir de hacer el bien para los demás!
Aún que sigamos muchas luchas y probaciones, no podemos desistir de sernos buenos unos con los otros, no podemos desistir de hacer la caridad verdadera, de vivir el amor, porque es eso que nos va hacer distintos delante del gran Juez, porque Él va ver la bondad que hemos practicado.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!