“Ellos respondieron: Nadie habló jamás como este hombre. Los fariseos respondieron: ¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita” (Jn 7, 46-49).
Cuando reflexionamos esta parte del Evangelio que he leído, he quedado pensando sobre la lealtad de estos guardias, los guardias del templo. Porque estos hombres, seguramente, escucharon muchas personas en el templo, ellos escucharon muchos diciendo que era el Mesías, escucharon muchos diciendo que eran profetas enviados de Dios. Seguramente, estos guardias que estaban constantemente en el templo han visto mucha cosa, seguramente ellos sabían muy bien identificar los engañadores, los falsos, aquellos que eran charlatán, que engañaban el pueblo.
Estos guardias tenían una mirada, una atención muy refinada para este tipo de gente que frecuentaban el templo. Mira bien, yo reflexionaba: “Ellos respondieron: Nadie habló jamás como este hombre”, es decir, de todo que ellos han visto, Jesús era algo incomparable y, inmediatamente, los fariseo dijeran: “¿También ustedes se dejaron engañar?”, por el contrario, los guardas tuvieran seguramente un encuentro con la persona de Jesús, ellos fueron tocados de una forma que ningún otro había hecho antes. Como dije: muchos pasaran por allí diciendo que eran enviados de Dios, pero fueron estos guardias que experimentaran en Jesús una forma totalmente nueva de hablar del Reino de Dios.
La persona de Jesús seguramente quedo grabada en el corazón de aquellos guardias, y como dije en el comienzo: me toco la lealtad de estos guardias con el testimonio de la verdad, la lealtad de estos guardias con aquello que le era propio, es decir, testimoniar un hecho, un acontecimiento, y ellos dijeran: “Nadie nunca dijo como este hombre”.
No tengas miedo de testimoniar lo que Jesucristo hizo en tu vida
Ahora, eso nos llama atención porque también nosotros somos llamados a testimoniar Jesucristo. Tengo la seguridad que Jesús entro en tu vida, hizo algo en ti y en mí que nunca experimentamos antes, seguramente realidades totalmente nuevas que provocan dentro de nosotros, un amor, una seducción que nos llevo, de hecho, para el seguimiento de Jesús.
Haga memoria de eso hoy, pero, también haciendo memoria, sea leal a eso que tu experimento. ¿Cómo? Testimoniando en tu trabajo en tu familia, con las personas que tu convives. No tengas miedo de testimoniar lo que Jesucristo hizo en tu vida, aún que tu sea uno en el medio de cincuenta, de cien o de mil que digan el contrario, pero no dejes que esta voz se quede callada dentro de tu corazón. Porque el peligro – y aquí está, muchas veces, las tentaciones que nosotros vivenciamos – es de sugerir para aquellos que buscan robar esta experiencia. Inmediatamente los fariseos dijeran: “¿También ustedes se dejaron engañar?”.
¡No permitas eso! Tu no has sido engañado, Jesús no te ha engañado, lo que has experimentado con Jesús fue real, verdadero, profundo y definitivo en tu vida. Entonces, no permitas, por nada de ese mundo, que eso sea robado de tu corazón.
Refuerza, hoy, tu fe y tu confianza; renueva, hoy, apartir de la experiencia con esta Palabra, tu lealtad y tu fidelidad a lo que Jesús hizo en tu vida. Él entró definitivamente y cambio los rumbos de tu historia, como cambio la vida de estos guardias.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!